A Mercedes Pastor Bardisa, por su tesón y esfuerzo durante tantos años en la lucha por las personas en situación de dependencia y por el amor y cariño que le pone a las cosas en las que cree.

El 15 de diciembre de 2006 en el Boletín Oficial del Estado se publicó la ley 39/2006, la Ley de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las Personas en Situación de Dependencia. El proyecto de ley fue presentado en marzo de ese año por el Gobierno de Zapatero, y fue considerado el cuarto pilar que faltaba al Estado del Bienestar. Hoy los cuatro pilares se tambalean y los mayores se han convertido en el "último colchón" que amortigua la caída y posibilitan que hijos y nietos no se conviertan en excluidos sociales, en parias. Una de cada cuatro o cinco personas que viven en España está por debajo del llamado umbral de la pobreza y otros muchos hacen peligrosos equilibrios en ese umbral.

En 2008 había en España aproximadamente dos millones de personas dependientes. Se estima que actualmente 100.000 personas esperan la evaluación para ser consideradas "dependientes" y tendrán que seguir esperando; los fondos asignados se han disminuido en un 45% por lo que miles de personas dejarán de ser atendidas, junto con la pérdida también de miles de servicios y de puestos de trabajo. Mientras se niega la ayuda a dependientes y ancianos como establece la ley, muchos mayores han tenido que asumir obligaciones en una etapa de la vida en la que les correspondería, y muy merecidamente descansar, disfrutar de un ocio que siempre se les negó. Se trata de una generación que lo tuvo muy difícil, reconstruyó un país devastado por una terrible guerra civil, padeció una postguerra viviendo en condiciones penosas, muchos tuvieron que irse a trabajar por el mundo y no siempre fueron acogidos con amabilidad.

Algunos ancianos se han visto obligados a volver a trabajar, a reducir gastos, otros dejan las residencias para contribuir con sus pensiones posibilitando que sus hijos y nietos coman. El perfil de dependientes ahora también ha cambiado, incluyendo entre ellos a muchos niños y jóvenes.

Y si algo faltaba: el "re-pago" y la eliminación de una serie de prestaciones. Por perder han perdido también el derecho a enfermar y a morir tranquilos. ¿Que será de los suyos si ellos faltan?

Estos recortes ponen de manifiesto una vez más que el hilo se corta por lo más delgado. Que se vulneran los derechos de miles de personas condenándolas al abandono, a la indefensión y a la exclusión social, por lo que se seguirán produciendo movimientos sociales de protestas mientras no exista una verdadera justicia social. Una sociedad democrática no puede hacer oídos sordos y mirar para otro lado, si así lo hacemos las próximas generaciones y la historia nos juzgarán muy duramente.