Nada. No hay manera. Llevo más de media hora frente a la pantalla del ordenador y sigo sin dar con la tecla; es decir, no se me ocurre nada. Escribo tres o cuatro párrafos sobre la ¿política? municipal y los borro porque ya está bien de cansar al personal, una semana sí y otra también con aquello de algo huele a podrido, y no es en Dinamarca precisamente.

Es una ventaja lo de las nuevas tecnologías. Contorneas lo escrito y lo haces desaparecer sin dejar huella. De no ser así a estas alturas tendría la papelera repleta de cuartillas arrugadas.

Por ello voy a arrancar con lo oído en la calle. De todos los comentarios me ha llamado la atención, por su contenido, uno de ellos. En repetidas ocasiones a lo largo de la semana, lo han lanzado gentes de orla del Partido Popular (PP) local que andan pregonando: "Vienen por nosotros, nos quieren liquidar". Puede resultar, hasta cierto modo comprensible, el temor de algunas gentes de Torrevieja que durante cerca de 25 años se han sentido protegidos a la sombra del poder municipal.

Ahora, cada día más, dan la sensación de haberse quedado como huérfanos. Parece como si se estuvieran dando cuenta que su gran timonel, el exalcalde Pedro Ángel Hernández Mateo, ha desaparecido paulatinamente de la escena a la espera de volver triunfante, aunque como inútil mercancía política, tras su paso por el banquillo de los acusados. A lo peor le ocurre a Hernández Mateo lo mismo que a otro histórico de la política local, el que fuera su mano derecha y mejor fontanero, también en la red de residuales durante muchos años, Domingo Soler Torregrosa, actualmente en la oposición al frente de las siglas APTCe. Ambos, aunque desde distintas perspectivas, siguen confiando en el fondo en volver a serles "útiles" al PP.

Ruido de sables. La derecha local históricamente ha precisado -más que el comer- de un jefe. Por ahí también podría enrollarme pero no es cuestión, cuando afortunadamente y sobre todo debido a las nuevas tecnologías, su último emperador se ha visto obligado a hacer mutis por el foro y apartarse. En esta situación el personal está a la espera de ver dar un golpe de autoridad sobre la mesa al actual alcalde Eduardo Dolón, quien ha perdido una oportunidad de lujo para hacerlo con furia en el caso de los móviles que aún colea, aunque solo fuera de cara a la galería.

Este caso, conforme se va desarrollando, cada vez se asemeja más a una batalla interna -la asamblea local del PP es en diciembre y aunque Dolón no tenga rival, porque no puede haber otro candidato oficial, siempre le pueden complicar la vida-. No tiene sentido ofrecer a la opinión publica la facturación correspondiente a dos mensualidades y negarse a airear las del resto del año alegando para ello que la entrega de la documentación -de las que se han difundido qué tipo de llamadas se hacían pero nunca su destinatario- puede vulnerar el secreto de las comunicaciones y la intimidad de quienes lo utilizan. Deberían aclararse. Si se hizo mal cuando se desveló el dinero gastado por varios concejales por llamadas desde sus móviles públicos y no precisamente para asuntos municipales, alguien debería pedir disculpas (además de ver si hay delito). Si por el contrario se obró bien, que entreguen a la oposición el resto de la facturaciones que reclama. Lo demás es paisaje.

Como no hay por ahora quien claramente maneje la barca municipal, que hace más aguas que el Pascual Flores cuando arribó a la dársena torrevejense, la tripulación se siente desprotegida. Se parecen a los esclavos rusos de los zares cuando se vieron liberados y no sabían qué hacer en su nueva situación. Por ello tiene sentido aquello de "vienen por nosotros, nos quieren liquidar" .

Esto es un sainete. Porque corren tiempos en este pueblo, cada vez con más ramalazos pueblerinos, donde los mandamases políticos, sus allegados o simpatizantes, de todos lo colores se sienten o se ven amenazados y personalizan las críticas cuando lo que se cuestiona es su gestión en el Ayuntamiento y le dan motivos a la oposición para que les pongan como hojica de perejil. A todo esto nos encontramos a la espera de los rusos que en noviembre tomarán por unos días el Auditorio Conservatorio. Habrá que estar atentos.