Causa: hace milenios, el hombre salió de la caverna y reunió a otros hombres en el llano. Entre todos aprendieron definitivamente que la mejor felicidad en un mundo de infelicidades es saber, conocer, comprender: porque sabiendo es más fácil elegir evitando el error. Se alzaron academias, pensamientos, universidades. Y todo era concordia.

Pasaron los inviernos y cambiaron las cosas. Incluso el corazón olvidó la alegría de la Naturaleza y quiso conquistarla para sentir la lujuria del poder y tener algo sobre lo que ejercitarlo. De ahí se pasó a poseer hombres. Para ello se idolatró la materia.

El proceso de aprendizaje y comprensión del mundo y la existencia derivó en oscuras estrategias. Primero se potenciaron las tecnologías como si fueran dioses. La enseñanza mató la educación cuando se desterraron las humanidades: entonces todas las circunstancias del hombre suplantaron sus esencias.

Desaparecidos los estudios y conocimientos que enseñan al hombre a responder sus preguntas ante los enigmas y valores de la vida, aparecieron especializaciones que no se sustentaban en un conocimiento raigal y comprensivo del mundo, la libertad y la responsabilidad. El que estudiaba el corazón apenas conocía los anhelos y fracasos que conforman su sustancia: se limitaba a escudriñar sus tejidos. En el quirófano social los pacientes pasaron a ser considerados clientes. Las vocaciones fueron llamadas profesiones. El individuo se convirtió en masa; y esta, en carne de cañón.

Algunos homo sapiens consiguieron rodearse de expertos en promesas y alcanzaron el poder más indigno. Y como fueron muchos los que, ante las turbulencias del vivir, se sentían esclavos del destino, adjuraron de su voluntad: crearon los tiranos.

Fue entonces cuando se asomaron todos los infiernos.

Consecuencia: La política educativa no puede ser solo una educación politizada. Se necesitan legisladores experimentados en las aulas y no solamente en la virtualidad de los despachos. Ningún alto cargo competente se toma en serio que la educación es el fundamento de la construcción de la persona y de la casa del pueblo.

Quienes diseñan la enseñanza trazan teorías que tienen poco que ver con la realidad: construyen utopías y distopías que se convierten en hecatombes y catástrofes.

A veces siento que la inteligencia legislativa sobre la docencia ha convertido al hombre en el único ser que evoluciona hacia la imperfección.

Posdata: 1) El ministerio de incultura me recuerda a Poncio Pilatos, siempre tan higiénico y dispuesto a lavarse las manos sin habérselas manchado en el trabajo. 2) Si Jesucristo entrase hoy en las aulas, por muy bondadoso que fuera, no diría con los brazos abiertos "dejad que los niños se acerquen a mí": a menos que deseara ser crucificado antes de tiempo.