El Día Mundial de la Alimentación, que se conmemora cada 16 de octubre, debería ser aprovechado por todos nosotros para realizar un pequeño ejercicio de concienciación, siempre y cuando no ocupe excesivo espacio de nuestro limitado tiempo.

Sabemos que comer es básico, pero hacerlo solo es posible gracias a la agricultura y la ganadería. ¿Le damos a esta actividad la importancia real que se merece? Los productores agropecuarios no solo son quienes vemos en los campos cosechando, recolectando o dando de comer al ganado. Son verdaderos agentes de la salud porque sus productos, a diferencia de los que se cuelan a "mansalva" por nuestras fronteras procedentes de terceros países, mantienen los niveles de garantía y seguridad alimentaria adecuados, lo que se corresponde con un país civilizado como es España. La alimentación no solo es una función básica del ser humano, es la vida, pero por desgracia, la mayoría desconoce lo que se lleva a la boca.

Durante estos pasados días, los responsables de ASAJA Alicante y ASAJA Castellón hemos podido comprobar la escasa importancia que posee la agricultura y la ganadería mediterránea en la Unión Europea. No solo porque en su capital, Bruselas, se consumen naranjas y clementinas procedentes de Sudáfrica o Marruecos (¿y los coches japoneses, no entran?), sino por otros muchos motivos.

Francia y Alemania, como ya estamos más que acostumbrados, imponen sus intereses sobre los del resto. El actual borrador de la Política Agraria Comunitaria está orientado a la subvención sin preocuparse de los mercados y del precio en origen de los productos agrarios europeos. Este instrumento, aunque nos suene ajeno, condicionará y marcará todo el sistema productivo hasta 2020 y ha sido elaborado para potenciar y mantener una agricultura no competitiva, nada variada, ni productiva, mientras que a los que obtenemos los mejores alimentos nos están obligando a coger la maleta.

Nos sentimos fuertemente discriminados por los mandatarios de la Unión Europea, que deberían saber que la importancia del sector agroalimentario no sólo es humano, sino también económico. Teniendo en cuenta la que está cayendo, los políticos europeos defienden que la agricultura debe ser el motor de recuperación que necesita nuestro país. Los números también lo avalan. La agroalimentación es uno de los pocos sectores, por no decir el único, que incrementa su volumen de negocio consolidándose como primer capítulo en ventas de la Comunidad Valenciana. El valor de las exportaciones de los productos frutícolas y hortícolas alcanza la friolera de 1.879 millones de euros de enero hasta agosto. En una frase: "El agricultor genera riqueza para todos, excepto para sí mismo".

Pese a todo, seguimos sin comprender nada. Hemos insistido a los europarlamentarios que la agricultura mediterránea necesita ayuda y no en forma de subvenciones o pagos directos. Sólo pedimos que destinen todos sus esfuerzos, o los que sean capaces de realizar, en cambiar la estructura de la cadena alimentaria para que haya un verdadero libre mercado. Muchos de los representantes reconocen que es un abuso que al agricultor le compren su kilo de granadas por 0,80? y después se lo ofrezcan al consumidor por 2,60?. ¡¿Cuánto podríamos ahorrarnos en la cesta de la compra si los márgenes de beneficios fueran los adecuados?! Éste sólo es un hecho más que muestra que el mercado está controlado y que la gran distribución impone sus condiciones de precios y forma de pago en un sistema en el que la venta a resultas (o venta a pérdidas) está totalmente generalizada y donde los cheques sin fondos se emiten sin parar, arruinando a los empresarios agrícolas y ganaderos.

Los políticos, ante tanta enemistad que se están ganando, deberían pisar tierra y mostrarse más cerca de quienes pagan sus sueldos. La Unión Europa es necesaria, pero debe representar y fortalecer a todos los países miembro sin exclusiones. Si son ineficaces para cambiar las leyes de mercado, no nos queda otra que apelar a la responsabilidad del consumidor para que siempre conozca la procedencia de la fruta u hortaliza que adquiere. Sólo los productos europeos cumplen con las máximas garantías alimentarias.

Ante la falta de eficiencia política, recurramos a los principios de los ciudadanos y la cultura del consumo, aunque en este último capítulo también nos quede un largo camino por recorrer.