Un nada halagüeño retrato de Angela Merkel, a la que tacha de digna discípula de Maquiavelo, es el que hace el sociólogo Ulrich Beck en un artículo para el semanario Der Spiegel. Como escribió el florentino, el Príncipe sólo debe cumplir lo que ha prometido si ello le reporta ventajas, y ésa es una máxima que, aplicada a las elecciones democráticas, Beck atribuye a una canciller que ha cambiado cuando le ha convenido de postura lo mismo en asuntos nacionales que internacionales.

Merkiavelli, como la apoda Beck, es una táctica del no compromiso, y así no toma partido entre los arquitectos de Europa y los defensores de los Estados nacionales: ni se solidariza con los europeístas de dentro y de fuera que le reclaman compromisos firmes de ayuda a los países en crisis ni apoya tampoco a los euroescépticos que la rechazan de plano. La canciller recurre continuamente a la dilación como táctica y esa mezcla de "indiferencia, rechazo de Europa y compromiso europeo" es para Beck la clave de la actual posición alemana de fuerza en una Europa en crisis.

"Ese no hacer, no invertir, no conceder créditos ni dineros, esa negativa múltiple constituye la palanca central de la potencia económica que es Alemania en la Europa del riesgo financiero". El nuevo poderío alemán no descansa como antaño en la fuerza como "última ratio". El país central de Europa "no necesita de armas para imponer su voluntad a otros Estados". Un poder con base en la economía "es mucho más móvil: no tiene que invadir para ser omnipresente".

De esa forma, explica el sociólogo, Merkel ha logrado algo que parecía imposible: hacer compatible su propia "elegibilidad nacional" con el papel de arquitecta de Europa. Lo cual significa que "todas las medidas tendentes a la salvación del euro y de la Unión Europea tienen que pasar una prueba interna", a saber la de si "benefician a los intereses de Alemania y de Merkel".

La canciller ha aprendido también otra famosa lección de Maquiavelo: la que responde a la pregunta de si es mejor para el Príncipe ser "querido o temido". La respuesta del florentino es que conviene aspirar a ambas cosas, pero que, si entrasen en conflicto, es preferible ser temido. Angela Merkel aplica "selectivamente" esa máxima y así prefiere ser temida en el exterior pero que la quieran en casa y precisamente por eso mismo: porque se hace temer fuera.

Merkel pretende asimismo "dictarles" a sus socios europeos lo que en Alemania funciona como "fórmula mágica" en economía y política. El imperativo germano reza así: "¡Ahorrad! Ahorrad en beneficio de la estabilidad", lo cual se traduce en "dramáticos recortes a pensiones, educación, investigación, infraestructuras, etc. Así tenemos un durísimo neoliberalismo que en forma de pacto fiscal se ha incorporado a la Constitución de Europa, y ello obviando a la (débil) opinión pública europea".