Dedicarse al sector de los servicios hay que reconocer que no goza del mayor de los prestigios. Y mucho menos apreciado aún está si el servicio se identifica con la amplia gama de actividades que giran alrededor del turismo. Pruebas no dejan de constatarse día a día. Ahora tenemos en danza el tema de Eurovegas y BarcelonaWorld, cuestionados por unos por su capacidad de generar vicio y perdición y por otros porque los empleos que semejantes proyectos van a crear carecen del suficiente "pedrigrí" para incluirlos en el catálogo de lo recomendable.

Los primeros, los moralistas, cuyo portavoz más cualificado es la autoridad episcopal, expresan sus temores y su postura contraria a dichos proyectos porque quieren librarnos de todo mal, quieren salvarnos de las llamas del infierno y recomiendan que no nos dejemos tentar por cantos de sirena (el demonio acecha) y centremos nuestras expectativas económicas en otras actividades menos susceptibles de corromper nuestra alma ya que más vale aquello de "pobres, pero honrados". Supongo que predicando la resignación, porque propuestas alternativas no se les conocen.

Los segundos, en los que sorprendentemente -al menos para mí- se encuadran los de ideologías más obreristas, encabezados (pásmense) por los sindicatos, no temen tanto por la inducción a la depravación moral de la actividad que en estos centros se produce como a la dignidad de los empleos que se vayan a crear. Su descreimiento, y por tanto su oposición, se centra -así al menos lo manifiestan- en que el empleo que allí se cree será de poca calidad. O sea que en este caso la moralidad se traslada a los aspectos laborales. Ser empleados de hoteles, restaurantes, centros de congresos, casinos, salas de espectáculos, y un porrón de oficios que supongo que serán necesarios para atender un conjunto de servicios que precisará de decenas de miles de trabajadores, no es lo suficientemente digno para ellos. Claro, nunca podrían compararse con los empleos que se crean en otros sectores como la industria, la minería o la agricultura, que sí gozan de reconocido prestigio laboral.

Pero no solo los sindicalistas reniegan de los empleos que el sector de servicios produce, también hay empresarios a los que no les atraen estos oficios que crea el turismo y se manifiestan, como hace el presidente valenciano de CIERVAL, José Vicente González, diciendo con un tufilloÉ que "no le gustaría que sus nietos fueran camareros de chiringuito".

Entonces, ¿dónde podemos encontrar a alguien que aprecie este tipo de trabajos? Muy fácil, miren entre los trabajadores y empresarios del propio sector. Allí, salvando los lógicos casos de hartazgo (que por otro lado se dan en cualquier ámbito laboral, incluso entre los notarios) seguro que encontrarán profesionales que aprecian lo que hacen y sienten amor a su oficio. No se entiende de otra manera dada la calidad y disposición que generalmente demuestran.

Si hay una actividad que reúne todos los condicionantes para ser considerada modélica entre el denominado sector servicios, si hay una que puede ser considerada como un auténtico servicio esta es el turismo. Servicio es aquello que tiene como fundamento básico la atención al cliente, y en este campo el turismo es el que se destaca entre cualquier otro porque antepone el interés de este a cualquier condicionante para realizar su trabajo, revistiéndose de dignidad profesional, que es la mejor manera de cargarse el servilismo. Pues sí, eso se da, casi siempre, en el servicio del turismo.

El cliente va a buscar al fontanero (es un servicio, ¿no?) y seguro que tiene que adaptar su horario al del profesional. Otro va al concesionario de su automóvil con el climatizador estropeado y la respuesta es: "me lo tendrá que traer dentro de 3 días". Te quedas pinzado con el cuello agarrotado, pides un servicio de fisioterapia y lo mismo: "tendrá que ser pasado mañana a las 5". No voy a seguir con la casuística, ¿qué les voy a contar a ustedes? En casi todos los servicios (excepción hecha de los público-asistenciales, claro) el cliente no solo paga lo que le piden, sino que tiene que adaptar su agenda a la del prestador del mismo y aceptar las condiciones que este le impone. ¿Y en un bar, un hotel, un restaurante, etc.? "Enseguida estoy con usted". Esa suele ser la respuesta. Esa disposición es en la que yo me baso para pedir para el turismo la consideración de "Servicio Ejemplar".

Me quedo con la respuesta que un antiguo sindicalista, camarero de profesión, dio al ser preguntado malintencionadamente. Como había prosperado en su condición de sindicalista y suponiendo que renegaría de tan "servil" profesión un empresario le preguntó: "¿tú querrías que tu hijo (que estaba estudiando) de mayor fuera camarero?" A lo que él respondió: "si fuera de los buenos, sí". (Tómate algo Carmelo, estuviste sembrado).

¿Qué sacaría yo en conclusión de todo esto? Pues que queda mucho por descubrir y por reconocer a todos los profesionales del turismo. Y que nos conviene profundizar más en este sector para apreciar sus méritos y no regatearle parabienes.