Hace años que la mente de nuestros políticos inventó unos entes territoriales que denominó autonomías, sobre los que diseñaron un modelo de estado autonómico que ha dado lugar a lo que hoy conocemos como nuestro sistema de Estado, único en el mundo, pues nuestro genio español no se pudo contener tampoco en la configuración territorial de nuestro país. Este modelo amparado en la Constitución de 1978, comenzó a andar rodeado del carácter modélico con el que la propaganda oficial presentó el proceso autonómico español bajo los signos de descentralización, mayor eficacia y proximidad a los ciudadanos entre otros.

Al contrario de lo que predecía la teoría hace tiempo que el conjunto de la ciudadanía, muestra su descontento con la ineficaz organización actual de nuestro Estado. Los resultados han sido bastante decepcionantes pues este modelo parece generar más corrupción, una gran ineficiencia, atrofia de una administración cada vez más intervencionista y una enorme inestabilidad presupuestaria, pues el mantenimiento de este modelo es terriblemente caro. De todos es sabido que el estado a las autonomías multiplica por 17 los cargos que los partidos políticos han de repartir entre sus miembros, creándose de esta manera unas grandes estructuras políticas y burocráticas amparadas por la gran imperfección de los mecanismos de control. De manera que el sistema tiende a acaparar casi todas las posiciones de poder, politizando cada vez más el espacio de la sociedad civil, cuando lo que realmente importa a los ciudadanos es la prestación más eficaz y más barata de los servicios, pues es el ciudadano quien paga todo este tinglado, alimentando a una voraz burocracia, políticos y un sin fin de cargos. La crisis ha contribuido a revelar los problemas e ineficiencias del modelo, impulsando a muchos ciudadanos a cobrar conciencia de que un diseño territorial inadecuado puede imponer una pesada carga sobre su futuro. Quizás lo que no ha existido en todo este tiempo haya sido un nuevo enfoque con una visión crítica, serena y objetiva, que ponga de manifiesto las ventajas e inconvenientes de este proceso autonómico, explique sus fallos y aciertos e inicie el debate sobre el mejor camino que debe seguirse en el futuro. Lástima que para esto, se tengan que producir en prensa titulares que recogen el pulso entre Mas y Rajoy, y los medios extranjeros hablen de crisis de Estado.

Algunos pensamos que la natural evolución de nuestra actual configuración de Estado, nos conduce a un resultado federal, pues desaguisados como desequilibrios presupuestarios, agravios entre territorios, desencuentros fiscales, organización judicial, unidad de mercado, respeto a los derechos fundamentales y otros muchos, se deben resolver por medio de una nueva organización, un estado federal de verdad, donde de una vez por todas se clarifiquen y resuelvan todos los puntos que hoy impiden que se funcione de una manera más optimizada. Este, pienso yo, sería el paso final para llegar a un deseado modelo estable y duradero en el tiempo. El proceso permitiría abordar temas como la definición de las reglas para la distribución de competencias entre la Administración Central del Estado y las regiones, esta vez asignadas con criterios de eficacia y economía en la prestación de los servicios y no de conveniencia política. Un nuevo régimen de disciplina y responsabilidad fiscal, por el que cada región pueda beneficiarse fiscalmente del crecimiento económico que se genera en su territorio y al mismo tiempo un sistema estatal de redistribución basado en la cohesión y la solidaridad. La preservación de la unidad de mercado. La superación de las diputaciones provinciales diluyéndolas en la estructura federal y municipal. La organización judicial y el papel de los tribunales superiores de justicia como última instancia de recurso y la ya consabida reforma del Senado.

El límite del estado autonómico es el estado federal y el límite de este es la independencia, lo que ocurre es que en España, hemos ido directamente a pedir la independencia sin pasar por el federalismo. Cuando hay quién piensa que el modelo autonómico está agotado, la solución no es la independencia de sus autonomías, sino un profundo proceso de actualización y desarrollo. Por tanto reconduzcamos el tema por los cauces adecuados, lo deseable es que se busquen las fórmulas más sólidas posibles para hacer compatible el autogobierno de los pueblos de España, con la existencia de un Estado fuerte de estructuras sólidas y eficaces, presididas por el principio de solidaridad. La evolución hacia un estado federal, puede que sea nuestra mejor opción.