Leo una noticia impactante en INFORMACIÓN. Me resisto a creerla. Me pellizco varias veces. Me pego dos duchas frías que me vienen de perlas con la ola africana que tenemos encima. Me tomo un bote de jarabe, aún comprado con receta antes del último recorte medicamentoso, porque la noticia se me atraganta y me desata una tos perruna que me lleva al ahogo.

Recuperado vuelvo a leer. "Miguel Hernández vuelve a Jaén, la provincia en que nació su esposa Josefina Manresa". Me resisto a creerlo. Llamo al director del periódico aunque sé que INFORMACIÓN no publica nada que no haya contrastado hasta la saciedad. Todo el mundo me lo confirma: La corporación municipal de Elche, liderada por la señora Alonso, rechaza el proyecto anterior y los herederos del poeta se disponen a sellar un protocolo con la Diputación de Jaén para que la documentación relativa al poeta quede custodiada por ellos y bajo los auspicios del Instituto de Estudios Jienenses.

No entraré a cuestionar si los herederos pueden o no pueden - el Derecho de Sucesiones no es lo mío-. Cada día más anarquista, viendo lo que veo a mi alrededor, me sumo más a lo que oí a un impecable funcionario a los pocos días de tomar posesión de mi destino en Alicante: "El derecho más que una ciencia es una indecencia". Hace más de 35 años, lo decía un licenciado, honesto, trabajador y con la cabeza perfectamente amueblada. Me chocó tal afirmación en su momento -mucho antes de la aparición de la Criminología Crítica- y cada día me voy convenciendo más de la verdad que encierra.

Los herederos -no es mi caso que jamás he heredado nada. Algún marrón en todo caso- pueden luchar como mejor crean, para gestionar el patrimonio de su antepasado, pero aquí estamos ante un patrimonio muy especial. No se trata de unos bienes que afecten solamente a los descendientes de quien los generó y eso debe gestionarse de alguna forma en la que intervenga la voluntad y el interés colectivo, no sólo la voluntad y el interés de las personas titulares de la herencia.

Miguel Hernández es el mayor poeta español de todos los tiempos sin el menor género de dudas. No soy lector de poesía. Mi sensibilidad lírica es cero, pero valoro -porque aun no estoy ciego- la genialidad literaria de las Nanas de la cebolla o de la Elegía a Ramón Sijé, por poner dos mínimos ejemplos.

Ni García Lorca -soy granadino, de un pueblo vecino al suyo-, ni Bécquer, ni Machado -y miren si es grande este sevillano-, ni Garcilaso, ni Góngora, ni Quevedo, siendo todos extraordinarios, alcanzan la altura de Miguel Hernández.

Oiga usted, Miguel Hernández se va a Jaén porque estuvo allí y su vinculación es clarísima. La vinculación del poeta oriolano con Jaén es la misma que la que tiene la Dama de Elche con Madrid. Dígale usted a los granadinos que se van a llevar el legado de García Lorca a Nueva York, porque estuvo allí, y que se van a encargar los americanos de su gestión y verán la que se monta. O a los mallorquines que se van a llevar el estudio de Miró a Barcelona.

La nuera de Miguel Hernández, Lucía Izquierdo, ha afirmado para justificar el traslado a Quesada (Jaén) de los papeles del poeta: "Miguel se va donde lo quieren". ¿En Alicante no lo quieren? ¿En la Vega Baja, donde nació y vivió y escribió, no lo quieren? ¿La Diputación de Alicante no mueve un dedo porque no lo quiere? Esto es muy fuerte.

En la noticia de INFORMACIÓN, cuando la señora Izquierdo habla de derechos de autor y de imagen, y de que en su momento la familia recibirá lo que corresponda, entiendo que hay un problema económico detrás. Ya estamos con el dinero. En la Comunidad Valenciana hay dinero para tierras mitológicas arruinadas, ciudades lucíferas ruinosas, puentes calatravas prescindibles, oceanográficos y aeropuertos con estatuas cabezonas en los que no hay aviones. Pero no lo hay para fijar aquí una fundación -o lo que sea- en donde se estudie, se conserve, se celebre, se festeje y se proclame que en Alicante nació, vivió y murió el mayor poeta español de todos los tiempos. ¡Si señor, eso es una gestión extraordinaria y con un par de cojones!

Recuerdo -imposible no hacerlo en esta tesitura- las mil conversaciones con Miguel Gutiérrez, aquel fiscal rojo y hernandiano visceral. Cuántas tardes hemos pasado hablando de su vida, de cómo capturaron a Miguel cuando pretendía huir por la frontera portuguesa, de su estancia en las cárceles de Madrid, de Palencia, de Ocaña y de Benalúa, donde murió, de madrugada, acompañado de un preso que lo cuidaba. En el lugar exacto de su muerte hay ahora un aparcamiento de bicicletas. Sé cuál es el lugar porque sé y he pisado la vieja enfermería de aquella vieja cárcel alicantina, hoy Palacio de Justicia.

Si la Diputación de Alicante, o la Generalitat Valenciana, o los Ayuntamientos de Alicante, Orihuela o Elche, no son capaces de conservar aquí el legado hernandiano, estoy convencido contra cualquier argumento que quieran usar: No sirven absolutamente para nada.