He prometido no volver a leer ni a escribir de economía ni de política. Todos los libros que tenía en casa de Criminología o de Derecho los he regalado. Solo leo novela histórica: desde la Edad Media y el Renacimiento hasta la postguerra. La vida ha cambiado menos de lo que pensamos porque la materia prima -el ser humano- es idéntica. Las ambiciones, los anhelos, los gustos, los miedos, las pasionesÉ son los mismos ahora que hace dos mil quinientos años. Sigue siendo válido el aforismo de Lord Byron "cuanto más conozco al ser humano, más quiero a mi perro".

Parezco un político, digo una cosa y hago la contraria. Dicen: no vamos a subir los impuestos y nos meten un crujido que nos arreglan, que lo lanzan a uno a la economía sumergida porque en la de superficie, trabajas siete meses para Hacienda, tres para la exmujer y dos meses para ti mismo. Con esa prospección trae más cuenta vivir de la mendicidad.

Me preocupa seriamente la deriva que va cogiendo la sociedad en esta época de desastres y grandes turbulencias. No puedo ser pasota por más que me lo propongo. Intento ponerme en el pellejo de Rajoy y por nada del mundo querría estar en sus pantalones, debajo de sus gafas ni con el pelo impregnado de su tinte castaño. Ni con la reserva de plaza como registrador de Santa Pola -que suena por aquí que es su plaza de oposición y que es un oficio de postín-. Perdono los pelotas que cantan tus virtudes hasta el empalago, perdono los escoltas, los tiralevitas que pululan alrededor y se empeñan en hacerte de alfombra, los sirvientes, el pedir un sándwich y una coca cola a deshoras y tenerlo en la mesa antes de acabar la frase, perdono no tener que hacer cola para que me vean la próstata y me pongan en postura innoble mirando a Gibraltar y que los médicos pierdan el culo buscando el tratamiento más eficaz para salir luego en el telediario explicando cómo te han curado. Perdono las secretarias y prefiero el café diarreico que sirve la máquina de mi covachuela a 35 céntimos la carrera al aseo.

El presidente tiene una papeleta ante sí que solo le desearía a un enemigo. Ha recortado el Estado de Bienestar hasta límites insostenibles: el IVA al 21, la sanidad copagada, las oposiciones congeladas, los niños van al colegio con fiambrera y quieren cobrarles -como decía Gila- por desgaste de microondas, los funcionarios sin extra y algunos con la calle como horizonte, los expedientes de regulación de empleo, los bancos y los banquerosÉ. Y paro de contar para no agotar el tiempo ni el espacio. El presidente - que es mío también porque yo estoy en el barco que él dirige y si el barco se hunde yo palmo- tiene una jauría enfrente: la oposición -esa es la más blanda y controlable-, los banqueros y los bancos, los alemanes, los franceses, los holandeses, Draghi, Wolfgang SchaübleÉ, y los de su propio partido que ponen cara angelical ante él, suspirando -¿qué hay de lo mío?-, y lo despellejan en cuanto se da la vuelta. Lo veo recibiendo leña por todos los sitios y hasta me empieza a caer bien. Creo que es un hombre honrado y hace lo que buenamente puede que es muy poco porque como ha dicho Matías Vallés "solo es un delegado de Bruselas en Moncloa".

Hoy -cuando escribo esto porque escribir todavía es gratis y no hay que pagar copas ni poner cara de imbécil riendo gracias que no la tienen- le ha salido un grano más peligroso de lo que parece. Han abierto un melón envenenado: Sánchez Gordillo, un hombre fanático pero sacrificado -como todos los embebidos y arrobados por una idea- ha liderado, al parecer, un asalto a mercadonas y carrefoures. La expropiación -con su expediente y sus controles jurídicos- es una potestad del Estado pero Gordillo dice que "han expropiado alimentos para repartirlos entre quienes no tienen para comer". De ahí a la revolución hay solo un paso.

Esperan -Gordillo y los suyos- con chulería mesiánica, como los mártires esperaban a los leones en los circos romanos, a que vaya la Guardia Civil a detenerlos. Sonríen diciendo que no tienen miedo a la cárcel mientras se cansan de llamar franquista al ministro de Interior.

Meterse en un supermercado, arramblar con un carro y saltarse a la cajera puede ser desde una falta de hurto hasta un delito de robo con violencia. Ya veremos las declaraciones de uso y otros y la instrucción del caso.

La situación social es grave. La situación económica es caótica en algunos casos. Gordillo -y su movimiento iluminado-asambleario de Marinaleda- ha tensado la cuerda y ha planteado un pulso peligroso. ¿Cómo hablan ustedes de Estado de Derecho cuando hay gente que no tiene qué comer? ¿Qué juez me va a meter en la cárcel por "expropiar" unos carros de comida cuando andan campantes por la calle los grandes defraudadores, los autores de grandes cohechos y grandes malversaciones, los banqueros que han quebrado bancos y se han colocado jubilaciones de gran lujo? ¿Tenemos otro caso por el que suspiraría cualquier abogado anónimo que quiera dar el salto al esLo que sí tenemos con toda seguridad es un caso serio para la reflexión. El próximo día hablaremos de demagogia.