El padre de un amigo de mi hijo se quedó en el paro y al comenzar el curso el año pasado perdió no solo cualquier posibilidad de ayuda para el comedor escolar, sino la plaza para su hijo en el mismo. Aducía la autoridad competente que el niño tenía derecho a plaza de comedor cuando sus padres trabajaban pero que al quedarse uno de ellos sin trabajo ya no había excusa para no alimentarlo en casa, pues el padre dispone ahora de todo el tiempo del mundo. El padre no salía de su asombro. Tener derecho a plaza de comedor no está ligado a los ingresos sino a la situación laboral de los padres, pero para tener plaza debes trabajar y para obtener beca debes ganar muy poco. Esto lo saben bien los padres a quienes el único documento que se les solicita para conseguir plaza en un comedor escolar es un informe oficial de vida laboral. La paradoja es que si estás en el paro y cobras un subsidio paupérrimo, menor que el sueldo que te genera un trabajo, no tienes plaza ni ayuda. Cuando el padre encontró finalmente un trabajo las plazas del comedor ya estaban completas y tampoco pudo meter a su hijo. El protagonista de esta historia volvió al paro y sigue sin plaza de comedor para el pequeño. De seguir así, el próximo otoño continuará sin plaza, sin beca por supuesto y, posiblemente, sin posibilidad de que su hijo se lleve la fiambrera desde casa porque, según nos cuenta la consellera Catalá, el derecho al tupper lo tendrán quienes han perdido la beca por los recortes o quienes teniendo plaza, pero no beca, quieran ahorrarse unos dineros. El mensaje que recibe esta familia desde Educación -y perdonen la falta de idem- es muy claro: jódete, estás en el paro y pasamos de vosotros, ni por 1,45 euros dejaremos que tu hijo pueda comerse la cena de la noche anterior en nuestro colegio.