Dirigir es complicado. Planificar y acertar, también. Pero si las decisiones las tomas friamente, después de oír y dialogar, si eres objetivo y tienes una vara de medir igual para todos, al menos te ganas el respeto de los que te rodean. Y hasta los pequeños errores se pueden disculpar. El atletismo español lleva demasiado tiempo mal dirigido, mal planificado y tomando decisiones dispares, dependiendo de quien se trate. Hace más de 20 años que el presidente y su equipo dirigen la Federación y los criterios de la selección no tienen siempre la misma línea. Un presidente, en mi opinión, debe ser sobre todo un buen gestor. Procurar los mejores medios económicos para que los entrenadores puedan planificar bien su trabajo y los atletas puedan entrenar con tranquilidad, sabiendo en todo momento que su trabajo será valorado con criterios técnicos, al margen de lo personal. Debe velar por la limpieza de la competición y crear un ambiente de trabajo agradable entre dirigentes, atletas y entrenadores. Y ser valiente a la hora de tomar decisiones, pero sin jugar a técnico. No puede ser que el señor presidente, desde que asumió el cargo, se ocupe también de la dirección técnica y que sea el seleccionador nacional. Y lo más preocupante: el mundo

del atletismo, siempre luchador y anticonformista, atraviesa

un periodo de letargo y resignación demasiado prolongado. Casi nadie levanta la voz y

así nos va.