En verano los museos y centros culturales de todo el mundo presentan propuestas expositivas importantes, para destacarse en el circuito internacional del arte, y llenar sus arcas con el turismo cultural, por lo que es un buen momento para mirar al exterior y saber en qué lugar nos encontramos en la integración de la cultura contemporánea en nuestra sociedad. Si repasamos las listas realizadas por los suplementos culturales y revistas de arte, nos encontramos que frente a los demás países europeos en los que las exposiciones consideradas más importantes son de arte contemporáneo, es decir, de artistas con una obra contrastada en las últimas dos décadas, de España se destacan las exposiciones de Hopper, Rafael... Es decir, clásicos indiscutibles, dentro de una tradición de pintura figurativa de fácil asimilación para el gran público. Esta imagen de conjunto, salvando las distancias, nos retrotrae a los tiempos en los que nuestras fronteras estaban cerradas y las nuevas corrientes artísticas apenas tenían presencia. Aunque, hoy, la mayoría de nuestros artistas completan sus estudios con residencias y becas en el extranjero, el arte contemporáneo sigue siendo la asignatura pendiente para la sociedad española. No hemos sido capaces de crear las estructuras básicas para integrar esta experiencia en nuestros programas educativos. Las promociones formadas en nuestras facultades de Bellas Artes tienen muy difícil el contrastar su obra en nuestro país, con proyectos que promuevan la investigación, ni tienen los medios ni la oportunidad para competir y hacerse valer con un discurso propio. Las estructuras de funcionamiento siguen siendo muy cerradas y no se facilita la permeabilidad a agentes innovadores que las cuestionen y las renueven. Desde esta situación tampoco se entiende que la imagen del arte contemporáneo es importante para situarnos con algo de respetabilidad en el concierto europeo. No hemos sido capaces de crear una Documenta o una Bienal, ni las estructuras de profesionalidad, para juzgar y poner en activo el arte que se hace en nuestro país, promoviendo su contraste con artistas de todo el mundo. El contraste y el análisis tienen que ser diarios, exigentes, en esa revisión del presente y del pasado. En Alicante tenemos diferentes espacios dedicados al arte: el MACA, Las Cigarreras, el MUA, la DiputaciónÉ, pero ¿cuál es su repercusión real en los diferentes sectores sociales? En estos momentos en los que las estructuras de funcionamiento españolas están en tela de juicio, sería interesante reflexionar sobre cómo se están haciendo las cosas y aportar soluciones y críticas constructivas sobre el trabajo realizado. Quizá así no tendríamos la sensación de que siempre estamos en el mismo punto, sin diálogo social.