A veces uno no se entera de que se ha ido la luz y sigue viendo la tele como si la emisión continuara. Se sabe uno los programas de la tele del verano tan al dedillo que ni siquiera hace falta que estén ahí para seguirlos. El otro día estuve toda la tarde viendo los Juegos Olímpicos. En esto que llegó mi mujer:

-¿Qué haces?

-Ver los Juegos Olímpicos.

-Pero si está desenchufado el aparato.

Y era verdad, estaba desenchufado el aparato pero yo veía los JJ OO porque cuando tienes una cosa dentro de la cabeza la proyectas fuera. O sea, que vemos lo que esperamos ver, que se dice tan a menudo. Yo puedo ver entera Los Soprano, por ejemplo, porque me la sé de memoria. A veces, a las tres de la madrugada, cuando me ataca el insomnio, me voy al salón, me pongo delante de la tele y vuelvo a verla sin necesidad de meter el disco en el DVD. Es como la gente que se muere sola, sin ningún alma caritativa que la ponga al día, de modo que no se entera y sigue cepillándose los dientes por higiene después de comer, como cuando estaba viva.

Pero eso no pasa en todas partes. En India, por ejemplo, hubo el otro día un apagón que afectó a 600 millones de personas y todas se dieron cuenta. 600 millones de personas dándose cuenta de que se ha ido la luz dan miedo, sobre todo si son dueñas de 600 millones de neveras con carne en mal estado. Por eso lo arreglaron enseguida. Aquí es que no nos enteramos de nada, de ahí que la Bolsa suba y baje sin criterio ninguno.

-Ha venido la luz -dice Draghi.

Y se pone la prima de riesgo por las nubes. Pero hombre, si ha dicho que ha venido la luz, no que se ha ido. La verdad es que Draghi habla de un modo que no sabes muy bien cuándo viene y cuándo se va la luz. Parece un oráculo. Total, que ahora mismo, a pleno sol, estamos completamente a oscuras. No vemos nada, y Rajoy menos. En India, cuando ocurre una cosa, ocurre una cosa. Aquí, cuando las cosas ocurren parece que desocurren y cuando desocurren parece que ocurren.

Por este camino no llegamos a octubre.