La prensa deportiva es más inventiva que la económica, pero la condición estival de los Juegos -no diga Olimpiadas, pese a la Academia- propicia la modorra, que encadena tópicos fáciles de suprimir sin deterioro del relato de la competición. Adjuntamos una breve relación de migajas sentenciosas:

1. Un enviado especial anuncia que "los retrasos en el transporte de Londres son la noticia más importante de hoy". Es decir, una empresa periodística ha desplazado a un retén de profesionales para corroborar que en la capital inglesa se producen los mismos atascos que en su ciudad natal o en Pekín. Sin duda, el mayor espectáculo de todos los tiempos.

2. El deportista español en cuestión "no ha podido obtener medalla". A continuación se adjunta con voz menuda que ha quedado en la posición 24. Si es un deporte de piscina, ha acabado en octavo lugar, lo cual obligaría informativamente a plantearse si merecía un hueco en la final. Los representantes y equipos nacionales nunca pierden, a lo sumo se estancan. Los enviados olvidan que el deporte nos apasiona porque hay gente que sufre derrotas humillantes, calcando nuestra nada envidiable experiencia cotidiana.

3. Ahora entran en pista los sesudos comentaristas políticos, que no distinguen los cien metros libres de los cien metros lisos. Pese a ello, anuncian acariciándose el mentón que en Londres está en juego "el honor de España". No nos ha bastado el nulo efecto económico del triunfo sucesivo en dos Eurocopas y un Mundial de fútbol, el deporte crucial para contrarrestar la patraña calderoniana. La prima de riesgo no se combate a patadas, y los mercados disciernen sabiamente entre deportistas españoles de confianza y gobernantes españoles de vergüenza.

4. El enviado especial a Londres considera que los Juegos de Londres son los más brillantes de la historia, sólo le falta añadir que gracias a su augusta presencia. En realidad, los Juegos de Londres son probablemente los mejores disputados en los últimos cuatro años.

5. Las previsiones infladas de medallas, que no se deben a la impericia sino al sacrificio de la ciencia deportiva al patriotismo.

6. El árbitro siempre tiene la razón, pero muchas de las derrotas españolas -hasta dos el pasado domingo- se atribuyen a un arbitraje deficiente. En cambio, ni una sola victoria se asigna al favoritismo de los colegiados.

7. Hay que levantar la veda de los animales que predicen resultados deportivos, indultando quizás a los mamíferos bípedos.