No estuve en la entrega de los premios Ciutat d'Elx convocados por nuestro Ayuntamiento, en colaboración con el Patronato Histórico Artístico Cultural d'Elig, que tuvo lugar en el transcurso de la cena celebrada el pasado viernes por la noche, porque nadie me ha comunicado ser finalista en la convocatoria de narrativa Café Marfil.

El día 14 de julio, Mireia Pascual daba la noticia, en este diario, de que el segundo premio había recaído en el trabajo, "Largo y amargo": el que yo entregué a concurso con el lema McForkilla.

Al leer quién había sido agraciado con el primer premio le llamé para felicitarlo y agradecido, me respondió con la mesura del que ha librado mil batallas con el cálamo. Me sorprendió oírle decir, como con quien no va con él la cosa, que entregó su texto el último día y casi porque le cogía de paso.

Desconocía él que yo era el autor del segundo premio, pero sabía quién del jurado lo había votado y, en la conversación mantenida, encajó impávido que le advirtiera de la polémica que podía originar el fallo en su favor. Por el contrario, me comunicó molesto, como una intromisión a sus derechos, que la periodista le preguntara cómo, siendo organizador de los premios, se había presentado a los mismos.

El premiado, José Paya Alberola, me pareció sosegado al teléfono, habló con temple y aceptaba la noticia de su premio como quien está acostumbrado al reconocimiento: es una impresión mía, que le favorece.

Él estuvo el día catorce en la inauguración de la exposición de pintura donde se dio a conocer el fallo de los premios Café Marfil. Yo no, porque nadie me lo dijo. A Pepe Payá le debo haber reconocido mi trabajo, más de una vez, que en esas ocasiones ha servido a las instituciones que presidía. Quedo agradecido pero, si Pepe tiene realmente que ver en la organización del certamen, creo que hay un sitio para cada cosa.

Esos días estaba yo en Santa Pola y esa semana pendiente de si me llamaban, porque me presenté para ganar, no por miedo a una escasa participación como a los medios ha dicho el concejal de Cultura, señor Ruz, que adujo Payá al presentarse. En mi caso, como la ilusión disminuye con el paso de los años y aumenta el desvarío, aun escaso en méritos, quise aprovechar la oportunidad porque escribo en castellano aunque todo el día hablo catalán de Valencia en Barcelona, donde vivo, y cuando estoy aquí, elchero de Catalunya.

Escribí hace años un artículo, "El premio", donde denunciaba que el entonces presidente de la Asociación de Acuarelistas de Cataluña, siendo jurado en una convocatoria de pintura, recibiera premio. Días después, me dijo: "No, verás, yo fui al aseo y al volver, resulta que me habían premiado". Ahora, aquí, no denuncio: Me quejo y hago saber.

Tampoco rechazo el fallo del jurado, que acepto honrado, mientras quedo expectante a lo que pueda salpicar. Me quejo de no haber sido informado de su resolución y de la falta de sensibilidad o de oficio de los organizadores.

Mi intención, en la cena del pasado viernes, era desear a los asistentes una agradable velada -para eso son las fiestas de sociedad-, felicitar públicamente a Pepe Payá y agradecer al jurado haberme concedido el segundo puesto, tradicionalmente el más digno y exento de polémica en cualquier certamen literario.

La actual situación social de crisis, manipulación y engaño no es para fiestas. Tampoco para perder el tiempo con lo aquí expuesto. Desgraciadamente hay mucho por resolver antes de "ofrenar noves glòries a Espanya" y nos afecta a todos. Quizás por eso, creo que ha de haber un sitio para cada cosa y cada cosa debe estar en su sitio.