Hoche de San Juan; junto al solsticio de verano. La noche en que los pueblos, siguiendo la tradición pagana de tiempos de aquelarre y brujerías, queman en la hoguera bienes, muebles, enseres y figuras, mientras danzan en torno al fuego para ahuyentar los malos espíritus y maleficios, conjurándose contra las influencias demoníacas para que las llamas devoren cuanto dañan sus vidas. En esta noche, nuestros pueblos, acudiendo al espectáculo del fuego como remedio y purificación, intentarán huir del desastre económico que padecemos confiando en que mejore el destino de nuestro país, cada día en más difícil posición.

España, pese a la proclama franquista, no es "una unidad de destino en lo universal"; en el mejor de los casos es una unidad resquebrajada con destino incierto. Un destino dudoso, porque las decisiones que se adoptan son en general tardías, inadecuadas y torpes. Hay un denominador común del que resulta muy difícil sustraerse: la incertidumbre, que anula la confianza, como resultado de la desintegración financiera, de la ausencia en Europa de una política económica común, de una unión fiscal necesaria, y de un líder que dirija, motive y hable. Habría que acabar con las proclamas interesadas y partidistas de tantas instituciones comunitarias, que más que sanar, matan. Así que ¡a la hoguera con ellas!

Pero no hace falta salir de nuestro país: Nuestros políticos expresan su deseo de alcanzar acuerdos entre sí que nos saquen del abismo, pero nunca es tiempo de llevarlos a la práctica. Al contrario, hacen gala de su excelente memoria para exhibir los errores ajenos sin recordar los propios. Nuestro país, no es Grecia, ni Portugal, ni Irlanda; nuestras estructuras, bienes de equipo y patrimonio merecen una mejor calificación, no así nuestro alto nivel de endeudamiento privado, ni el desencuentro entre los partidos políticos, incluso, las medidas de austeridad que se nos imponen sin la adopción de medidas imprescindibles para el crecimiento deberían adoptarse sin paliativos. ¡A la hoguera, la falta de entendimiento!

Tras las elecciones en Grecia nada ha cambiado para nosotros, pese al positivo resultado para la continuidad del euro. Los diagnósticos que apuntaban a las elecciones como el final de la ruta del descrédito, podrían formar parte, como tantos otros, de la antología de vaticinios errados. Al contrario, hemos pasado del drama a la tragedia que supone pagar por nuestra deuda pública más de un 7% de interés, y nuestros amigos comunitarios permanecen hieráticos -impasible el alemán-, mostrando su falta de respuesta y lentitud, mientras arden en la hoguera nuestras esperanzas de supervivencia, que a los mercados les viene de perlas, porque, pese a las muchas y costosas reformas emprendidas todavía no hemos afrontado la de política territorial, el adelgazamiento del Estado, de las cuatro administraciones públicas que se enredan por prestar, sin prestarlos, los mismos servicios, sin suprimir funciones hasta triplicadas, sin eliminar cargos, instituciones y asesores innecesarios. Hagámosla y ¡a la hoguera con duplicidades, despilfarros y corruptelas!

Hay que afrontar una profunda reforma fiscal, para que, junto a los ejemplares contribuyentes que soportan una presión fiscal insoportable se alineen los miles de insolidarios defraudadores que eluden los impuestos e impiden que nuestro sistema fiscal sea equitativo. Indignémonos ante la comisión y condescendencia al fraude, porque el dinero público es de todos; porque pagaríamos menos y se recaudaría más si mejorara la moral fiscal. Y se ha de reformar la justicia, para que acabar en los juzgados sea una suerte de bendición que permita reparar daños y no una maldición, aún ganando, como expresa el dicho popular. Así que, ¡a la hoguera la mala administración fiscal y de justicia!

Mientras no llevemos a cabo reformas de calado será difícil que a los mercados financieros les subyugue nuestra deuda soberana. Las agencias de descalificación nos persiguen porque no somos capaces de demostrar al mundo que merecemos más crédito y ellos no son más que unos interesados farsantes, en actitud espuria por voracidad especulativa; así que no van a dejar de cebarse con sus descalificaciones y malos presagios para alcanzar los más altos intereses a modo de un plus de beneficio ante el riesgo de que sus inversores no puedan cobrar, aun a sabiendas de que esta posibilidad es mucho menor de lo que ellos predican. ¡A la hoguera tanta falta de rigor valorativo!

Cambiemos también nosotros, la pérdida de derechos adquiridos es siempre lamentable, pero nos habíamos atribuido como tales una panoplia de prebendas cuyo sostenimiento es imposible para cualquier país, así que aceptemos que hemos de avanzar en nuestra competitividad, eficiencia y entrega. Luchemos por que se retribuya a todos, incluidos los funcionarios, con criterios de productividad y eficiencia, y que la igualdad retributiva extramuros del rendimiento es dañina al sistema productivo, como lo es la garantía del puesto de trabajo por tiempo indefinido cuando es pésimo el rendimiento. Así que, atención sindicatos, ¡a la hoguera el fraude laboral y el absentismo!

Cumplamos con nuestro deber, pero también exijamos a la Unión Europea que emita eurobonos, como garantista de sus Estados miembros, además de emprender sus propias acciones para que sea una verdadera unión económica y fiscal, no solo monetaria, en vez de una jaula de grillos, bajo el negacionismo pusilánime e interesado de unos pocos. ¡A la hoguera con la insolidaridad!

Y después amanecerá. Cuando estemos renovados, cuando hayamos purificado en el fuego nuestras propias responsabilidades, estaremos en condiciones de emprender el camino de regreso. Un camino que será largo. Como cita Virgilio, en La Eneida, tras recabar información de los muertos para regresar al mundo de los vivos: Aunque el descenso al Averno es fácil, lo que resulta realmente complicado y difícil es el regreso.