Desde que en Elche se produjo el aluvión de personas venidas de otras partes de España que vinieron a nuestra ciudad en busca de una mejora en su calidad de vida, los que conocemos el proceso de adaptación de estas personas hemos podido comprobar cómo la inmensa, la gran mayoría de ellas, se han adaptado y han hecho suyas las costumbres, las tradiciones y la cultura ilicitana, formando parte del tejido social como unos ilicitanos más, puede que no de nacimiento pero sí de corazón y de amor a la tierra que les dispensó una fraternal acogida. No obstante, siempre hay excepciones y sabemos de casos, afortunadamente pocos, que esa atracción, ese cariño y esa aceptación, que deben sentir por todo lo ilicitano, no ha arraigado en sus corazones y en sus mentes y ello se traduce en que lamentablemente se vuelven contra esas tradiciones que ya estaban más que arraigadas pero a las que les ha sido imposible adaptarse, digo imposible pensando en que al menos hayan intentado integrarse plenamente.

Hoy en el Gobierno municipal nos encontramos que personas venidas de fuera, bien siendo niños, otros ya mayores y otros nacidos en Elche pero de padres que un día llegaron a esta ciudad, que parece ser que no han sido capaces, no han podido o no han querido hacer suyas esas costumbres y esas tradiciones que forman la cultura de la antigua Illice, Helike o Elig. La prueba de ello la tenemos en la anunciada supresión de la noche de las carretillas que todos los años, desde tiempos inmemoriales, se viene celebrando como una actividad más de divertimento y de demostración de algo que los ilicitanos llevamos en la sangre: la pólvora y que solemos elevar a la máxima potencia, dentro de la razonable prudencia, en nuestras fiestas patronales. Uno de los argumentos del equipo de gobierno es que los heridos por las carretillas causan una mala impresión al turismo, podían haberse planteado al menos cambiar la ubicación. Y, además, se olvidan de que este Gobierno cambió de lugar la Mascletá y por su inadecuada situación algunos espectadores sufrieron quemaduras.

Somos muchos quienes observamos como este equipo de gobierno municipal está enfocando la cultura de nuestro pueblo derivándola hacia lo religioso, buena muestra de ello fue la pomposidad que se le dio a la Coronación de la Mare de Déu de les Bombes, para lo cual se habilitó la Plaça de Baix. El Ayuntamiento se volcó en este acto y echó la casa por la ventana, no se ha sabido, ni se sabrá, lo que costó este evento, un buen número de empleados municipales estuvieron durante cuatro días preparándolo todo (dejando de hacer tareas importantes para todo el vecindario). Sin embargo, sí que se han preocupado en difundir que la noche de las carretillas le cuesta a los ilicitanos 80.000 euros, cosa difícil de entender y más de creer por cuanto el concejal de Hacienda dijo, en relación con las fiestas del pasado año, que el costo por este acto festero había sido cero.

Respeto toda actividad lúdica y cultural y, entre éstas, los actos religiosos, pero a algunas personas, a muchas, nos asalta el temor de que el Gobierno local pretenda que el referente de Elche sea su religiosidad. Elche no es Lourdes, ni Fátima ni nada que se le parezca, que nadie se confunda ni intente confundir a los demás, y, por tanto, no hay que convertir a Elche en un lugar de peregrinación que es lo que al parecer pretenden aquellos miembros del Gobierno local que tienen una formación religiosa muy profunda y que militan en determinadas congregaciones o asociaciones de carácter religioso. Eso no es Elche. Elche es otra cosa muy diferente. El que en Elche haya ganado la derecha no quiere decir que debemos volver a los tiempos de la manga y la falda larga y el velo para las mujeres para asistir a misa. La asistencia a las iglesias, su cuantía en asistencia, no guarda relación, ni por asomo, con el número de ilicitanos que poblamos esta ciudad.