Cuán atrevida es la ignorancia. El amigo Vicente Seva va lanzando titulares en los que no se corta al afirmar que su festival de cine tiene potencial suficiente para convertir a Alicante más pronto que tarde en un nuevo Cannes, sin darse cuenta de que a su alrededor hay algún niño y no tan niño que le apunta, como al emperador, diciendo: "Pero si va desnudo..." Me sería cómodo callar y dejar que la bola siguiera haciéndose grande, pero creo que es mi deber expresar lo que siento. Y esgrimir las razones por las que considero que el Festival de Cine de Alicante no pasa de una reunión de amigos, que nunca es mala cosa, y muy poco más. Programaciones más relevantes, más cinéfilas y más rigurosas, se pueden encontrar en cualquier parte. Desde la reciente Semana del Cortometraje de la Comunidad de Madrid hasta Alcine (Alcalá de Henares), Medina del Campo, Málaga, Sevilla, Huelva, Sitges, Valladolid, San Sebastián. A ninguno de sus responsables les habrán leído, jamás, compararse con Cannes. Están vestidos. Pisan tierra.

Dice Vicente Seva que a la última edición del Festival de Cine de Alicante se han presentado más de 600 cortometrajes de los que ha seleccionado para competir 20. No sé qué para qué tantos, si los que tienen que estar, no están. Los cortos de la temporada, los cortos imprescindibles de 2012, no aparecen por ninguna parte. Un ejemplo ilustrativo. Asunción Balaguer, homenajeada de la edición, ha protagonizado este año dos trabajos. Casualidades de la vida, los dos se desarrollan en Nochebuena. Uno es regularcillo, el otro muy bueno. El que viene a Alicante es el regular. El bueno, Ojos que no ven, dirigido por Natalia Mateo, no se ha seleccionado. El tiempo lo dirá, pero será el que pase a los Goya, el que reciba los premios de aquí.

No están los dos cortos de Esteban Crespo, Aquel no era yo y Nadie tiene la culpa, el director del momento. Ni La boda de Marina Seresesky. Ni Libre directo de Bernabé Rico ni Voice Over de Martín Rosete. Ni en animación Zeinek Gerhiago Iraun, de Gregorio Muro. No están los cortos del año. Que sí se vieron en Semana de Cine Ibérico de Badajoz, en Málaga, en Medina, en cualquier evento organizado con un mínimo de criterio.

¿Por qué De qué se ríen las hienas, que vimos en Medina del Campo en primavera de 2010, llega ahora a Alicante? ¿Por qué Clarividencia, fechado en 2009, dirigido por Luis María Ferrández? Más claro todavía, ¿por qué si Ferrández viene habitualmente a impartir cursos durante el festival, y este año también lo va a hacer, cobrando por ello, puede participar como concursante? El totum revolutum en este festival entre conocidos es considerable.

Ya que hablamos de amigos, ¿se puede consentir que durante dos meses haya figurado en la web el nombre de uno de los cuatro miembros del jurado de la crítica, Luis López Belda, con una errata en la ortografía tan enorme como escribir Velda con V en un apellido que nunca admite este fonema?

Hasta ahora he hablado de cortometrajes, porque hacerlo de largometrajes sería meterme en otro jardín. Pero lo haré brevemente. ¿Alguien se acuerda de El hombre de las mariposas, la película ganadora en la pasada edición? ¿Alguien puede dar señales acerca de qué fue de Mami blue, otra de las cinco participantes en el concurso de 2011? ¿Y de La curva de la felicidad? Películas, por calificarlas de algún modo, que no significaron nada en el contexto de nuestra cinematografía. De las de este año, por respeto, no comentaré nada.

Se mire por donde se mire, todo es tan disparatado en el Festival de Cine de Alicante que no soporta ni una mínima revisión en serio. Por otro lado, da la sensación de que es tan efímero (en el sentido más fallero de la palabra), tan transitorio (quién se acuerda ya del Teatro Principal, quién de la plaza del Consistorio, quién del Castillo, quién de las palabras de Elsa Martínez, que en su parlamento de hace un año parecía iba a durar siempre) que lo mejor es tomárselo como lo que es: como dos galas presentadas por el amigo Larrodera, un amigo de los de verdad. Y pelillos a la mar.