¿Hay alguien que no haya culpado a Zapatero y a todos los de la rosa de la crisis? ¿Alguien que todavía no haya escuchado lamentarse a los de la gaviota por la herencia recibida? ¿Quién no los ha oído responsabilizarse mutuamente de la pérdida del bienestar nacional? ¿Quién no culpabiliza a las Administraciones por su derroche y porque la morosidad en pagar conduce al tanatorio a sus proveedores? Y frente al creciente nivel de despidos y cierres patronales y la nueva edición de reforma laboral, ¿por qué no llegaron a acuerdos los sindicatos y asociaciones empresariales el pasado año, tras meses y meses de reuniones improductivas? Y si de recuperar la confianza se trata ¿por qué no pactan los políticos? ¿Acaso no es innato a ellos lograr acuerdos? Pues no, aunque deberían saber que del "querer cada uno llevar el agua a su molino, y dejar en seco al del vecino" sólo queda el lodo.

¿Por qué ante el fiasco económico y social no renuncian los políticos a sus cargos y a su omnipresencia en todas las instituciones? ¿Por qué han de seguir sentados en los consejos de bancos y cajas? ¿Por qué han de designar a los dirigentes de las más altas instituciones, de la judicatura y hasta de las universidades, si, como están demostrando, ignoran lo básico y carecen de aptitudes? ¿Por qué para ocupar altos puestos de gestión se rodean de legiones de consejeros y asesores, y ni aún así aciertan? Y ante tanta corrupción, derroche de dinero público, cohechos y actos delictivos que nos empobrecen y endeudan ¿por qué no se propicia la búsqueda de la verdad, en vez de poner palos a las ruedas de la investigación? ¿Por qué sólo detestan la opacidad cuando la presunción delictiva se produce en territorio enemigo? ¿No es hora ya de que impere la transparencia, de investigar sin escrúpulo los desmanes económicos, de poner a buen recaudo a los que han esquilmado el bien común dejando a la ciudadanía la mugre?

¿Por qué cada día discuten más, se acusan más y solucionan menos?¿Quién no ha sentido la necesidad de apagar la radio, o cambiar de dial, cerrar la televisión o zapear la cadena, o de abandonar el periódico ante el descomunal intercambio de reproches y de inhibiciones que llevan al país a hundirse más abajo de su valor? ¡Vaya menú! Por qué, tras más de cuatro años de disputas, no nos sirven una ración de optimismo, de pactos, que nos ayude a digerir mejor tamaña pitanza, que nos ayude a avanzar, porque, citando a Samuel Bluter, "cuanto más dura una disputa, más lejos nos hallamos del final".

Recientemente se anunció el proyecto de la Ley de Transparencia del que inexplicablemente se había excluido a los políticos, y, ante el clamor popular, se nos anuncia que el PP y el PSOE han llegado a un pacto para modificar la Ley de Financiación de los Partidos, de cuya opacidad se ha derivado múltiples presunciones de delitos. ¡Albricias!, por el buen entendimiento. Pero, a un tiempo, como la cabra tira al monte, asistimos, entre otras cosas, a ver cómo a un ministro, Wert, le han plantado los rectores de la Universidad española porque ni siquiera debatió y se niega a hacerlo, las medidas de ahorro contenidas en el decreto de gasto educativo. Y vemos el rechazo del PP a las más de 3.100 enmiendas a los Presupuestos generales del Estado, tras casi treinta horas de debate en el pleno; al cruce de acusaciones entre PSOE y PP por la advertencia del Tribunal Constitucional para que sustituyan a sus magistrados que debieron cesar en 2010; al archivo por la fiscalía de la denuncia interpuesta por un vocal del Consejo del Poder Judicial contra su presidente, Carlos Dívar, por sus más de veinte viajes de trabajo a Marbella, hospedándose en suites de lujo y permaneciendo fines de semana de cinco días, mientras el Consejo se parte en dos al cruzarse peticiones de dimisión entre todos sus miembros; a la posible conversión en banco público de la unión de Bankia, Novagalicia y Catalunyacaixa, tras insuflarles miles de millones de euros sin querer que se investigue en Las Cortes el porqué de la bancarrota.

Y qué decir del hallazgo de 700.000 euros en una de las dos cuentas bancarias en Suiza a nombre de Iñaki Urdangarin que lo ponen a las puertas del delito fiscal. Y en nuestro territorio se descubre que el exconseller de Solidaridad Rafael Blasco y Augusto César Tauroni tenían, según la Policía y su propia secretaria, una especial complicidad, que se visitaban con frecuencia, se enviaban mensajes de afecto y facilitaban la aprobación de inexplicables subvenciones de ayuda al desarrollo, con seis millones de euros captados por la red creada en torno a la Consejería de Solidaridad Ciudadana. Ya en la provincia, la Policía Nacional sigue citando a representantes de distintas empresas y contratistas del ayuntamiento de Ibi para esclarecer el pago de comisiones a políticos y, la alcaldesa de Alicante, con el sector inmobiliario en ruinas, y antes de que acabe el caso Brugal, sin que la oposición se haya enterado hasta última hora, acelera el Plan Rabassa, en el que Ortiz incorpora casi 1.400 pisos VPO a los previstos, encareciendo el coste de urbanización en más de cinco millones de euros. Como si el más polémico plan urbanístico de Alicante, con la construcción de 13.503 viviendas fuese algo trivial.

Mientras esto ocurre en apenas unos días, más de 20 millones de españoles se devanan los sesos para declarar hasta el último céntimo de sus ingresos y un buen número de ellos, para poder hacer frente al pago de su declaración de IRPF. Paradojas de la vida.