Decía Buñuel en una entrevista a propósito del El Ángel exterminador "mientras el encierro y el malestar duran, el tiempo es como una enfermedad". Así lo siento a menudo. En qué momento el tiempo se volvió indefinido y molesto tampoco sabría decirlo. Dice Buñuel que la libertad es un "fantasma de niebla" inalcanzable y que el hombre aun persiguiéndolo no puede atraparlo.

Veo este film surrealista y cada vez diría que lo es menos. Porque estos personajes, presos de sus temores, están encerrados sin barreras físicas, están confinados en una mansión cuyas puertas no pueden franquear. Nada les impide salir y sin embargo se han resignado a morir si es preciso ante la imposibilidad de encontrar entre ellos la cohesión que necesitan como grupo para hallar estrategias comunes y ponerlas en práctica.

Aquí y ahora saboreamos la zozobra de tener una vida ya no cómoda, no asegurada, con un trabajo precario y unas condiciones laborales más precarias aún, con un futuro mercantilizado que ha de estar exento de enfermedad y en el que los hijos (superdotados) estudiarán con becas. Nuestras historias remotas contarán la gesta de Oscar Pistorius, una criatura agraciada con el don del valor que luchó para ser libre y sacudirse el miedo a pesar de las pruebas que hubo de pasar. ¿Qué ocurre si nuestro pequeño no es Pistorius y su limitación es otra, si tiene una inteligencia límite o una enfermedad mental? La bruma nos envuelve de manera que el miedo nos ciega, nuestro cuerpo desarrolla todo tipo de somatizaciones y como los protagonistas del film andamos vagando, esperando una señal.

El miedo al futuro de las familias que precisan la ayuda de un Estado solidario es un producto que no es nuevo, pero que se ha perfeccionado. Nos dicen: sois caros, haceos un plan de pensiones, contratad un seguro privado. Si no tenéis recursos, acudid a la beneficencia, sed agradecidos, humildes; la resignación, ese camino sembrado de burocraciaÉ Nada es ajeno al líder que todo lo sabe y conoce. Y sus asesores procuran vuestro bienestar futuro, pero el presente, ah, el presente... El presente lo habéis dilapidado con vuestras visitas médicas, vuestros fármacos carísimos, vuestras terapias innovadoras. Debéis pagar un precio por haberos sentido libres e iguales.

La liberación llega en el film de manera inesperada. La nuestra quizá también. Tal vez Hollande sea la señal para dar un paso al frente e intentar salir del mutismo, la tristeza. Quizá si traspasamos la frontera marcada descubrimos que nuestro miedo era infundado, que había un mundo posible más allá. Pero para eso hay que traspasar la frontera invisible.

Sin miedo.