Leo que los sindicatos quieren plantear un referéndum (o consulta, el nombre es lo de menos) sobre las reformas. Desconozco si el asunto de Bankia entrará en el saco. Me ha llamado la atención la reacción de los que comentaban esta noticia y que muy airados coincidían en que lo primero que habría que llevar a la consulta es la financiación de los sindicatos. El repertorio, el de siempre: vagos, liberados, vividores, traidores a los obreros, en definitiva, matar al mensajero. Por supuesto que se puede votar sobre algo así. Los suizos, expertos en el tema, votan hasta diez veces al año, bien por iniciativas populares, bien para aprobar las reformas constitucionales. El caso es si seríamos capaces de involucrarnos en este tipo de democracia.

Cuando el movimiento 15M empezó para asombro del mundo muchas voces hicieron referencia a su horizontalidad. Sin estructuras de poder piramidales los detractores estaban perdidos en sus esquemas mentales. La participación con votaciones directas hizo que la representatividad de los miembros de las asambleas quedara absolutamente reconocida. El participante en las ponencias y votaciones tenía garantizada su libertad de votar y expresarse, algo que en nuestro panorama político deja mucho que desear. ¿Cómo se haría en España? ¿Se podría? ¿Es extrapolable el modelo suizo? Seguramente no en su totalidad, pero es atractiva la idea de poder realizar campañas de concienciación-movilización sobre problemas sociales que aparecen difuminados o incluso desconocidos por el gran público que tiene como primera referencia informativa las noticias de televisión: lo que no se ve no existe. Internet está supliendo el déficit de información, con el peligro de la abundancia y muchas veces la falta de criterio, pero da a conocer por medio de plataformas aspectos de nuestra vida ciudadana que desconocíamos. Necesitamos una vinculación real de la ciudadanía con los representantes políticos, un canal de comunicación efectiva. Sin duda es difícil hacer que un modelo con referéndum prospere si la participación ciudadana es baja, si la implicación de esta con los asuntos públicos se reduce a momentos concretos.

No es justo ir contra los sindicatos en un asunto así. Porque son los interlocutores sociales que han hecho en gran medida que se publicite el efecto que tendrá sobre la población la agenda reformista del PP. Ellos han alertado desde sus lugares de trabajo ayudados de su experiencia profesional sobre el impacto de los recortes en sanidad, en educación. A pesar de la propaganda que en su contra se ha hecho sobre su vida de fábula respaldada por sueldos abultados (y falsos) en el caso de los médicos, la apatía de los maestros o el supuesto gusto por lo caro de los sindicalistas. Admitamos al mismo tiempo que siempre es constructiva la autocrítica. Habría que dejar de lado las exageraciones para pararse a pensar si hay algo que nos interese de este asunto, si somos capaces de aceptar cuanto nos ocurra sin protestar o si por pura ética social queremos participar del proceso de construcción de la democracia, que al contrario de lo que algunos piensan no acaba nunca.

Hay que implicarse, no hay otra.