Desde algunos sectores del PP se venía deslizado de un tiempo a esta parte la idea de que una resolución de la Comisión Europea en contra de Ciudad de la Luz (CDL) sería una decisión política, una especie de vendetta de los socialistas que han esperado a soltarla ahora, en el peor momento posible. Todo se sustenta en que el comisario de la Competencia es el socialista Joaquín Almunia y que el expediente llevaba años sobre su mesa y la de su predecesor. El que no se consuela es porque no quiere, pero no hay consuelo para un Consell que ayer fue incapaz de articular una respuesta convincente más allá de los balbuceos de Fabra y Blasco. Que la Comisión haya tardado cinco años en resolver las denuncias "confidenciales" -y que la institución se niegue a revelar qué dos estudios de cine europeos las presentaron- es francamente grotesco, máxime cuando las indagaciones y las alegaciones de la Generalitat se realizaron hace años, y que la millonada a devolver -en pesetas son más de 40.000 millones- sea muy inferior al montante de las inversiones del Consell reconocidas en CDL raya el surrealismo. Tan delirante como que Camps siguiera dilapidando dinero público en un proyecto de Zaplana cuando ya podía prever la que se le venía encima y era palpable que CDL no funcionaba por más artilugios que buscara para subvencionar un puñado de películas extranjeras.

Lo triste de esta historia es que la capacidad de Ciudad de la Luz y la Generalitat de distorsionar el mercado europeo de producción de películas ha sido mínima, me atrevería a decir que insignificante, pues en Alicante se han rodado sobre todo filmes españoles. Aunque no cuestiono la filosofía de la resolución de la CE, el verdadero competidor de los estudios británicos, alemanes o italianos no está en esta Comunidad, sino en el norte de África y en el Caribe.

La decisión ciertamente llega en el peor momento, con una Generalitat a las puertas de la intervención, las arcas autonómicas vacías y la ciudadanía sufriendo los recortes a diestro y siniestro. Es desolador. Parafraseando a Almodóvar, nuestro más importante director de cine, que nunca ha pisado un plató de Aguamarga, ¿pero qué hemos hecho para merecer esto?