Con la llegada de la democracia se inició una tardía recuperación de la ilustre figura de Juan Bautista Cabrera Ivars con la colocación de unos azulejos alusivos a su nacimiento y el de su hermano el capitán de la Benemérita, Francisco de Asís, bien conocido por la fustigación del caciquismo decimonónico de Benissa. En la calle Santo Domingo de la población queda constancia del hecho y una rua dedicada a cada uno de los hermanos. Les siguen tres décadas de silencio. Sobre ellos ya hablé en su momento y en la revista del entonces Instituto de Estudios Alicantinos, ahora regreso, en justo y renovado homenaje, hacia tan relevante personalidad, porque en este 23 de abril se cumple el 175 aniversario del nacimiento de Juan Bautista el mayor de los hermanos, primer obispo español de la Iglesia Española Reformada Episcopal. Su abandono de la disciplina escolapia fue crucial para el olvido y rechazo de sus paisanos. En el curso de mis años en las Escuelas Pías, en Valencia, desconocía por completo la existencia de mi insigne paisano, nadie dio noticia de su enorme potencial poético, ni de su salida, ni de su muerte ocurrida en el año 1916. Era un escolapio desertor en un siglo muy especial para la historia española.

No es normal que los pueblos olviden a sus hijos mas ilustres a no ser que las circunstancias, sin duda siempre injustas, conviertan la admiración, respeto y orgullo por la figura irrepetible en odio irracional, epíteto que merece esa aversión insana. A lo largo de todo el siglo XIX los acontecimientos desbordan la convulsa sociedad española. El primer toque lo da la llamada guerra del francés. El desorientado, sufrido y siempre perjudicado pueblo español contempla, atónito, la pérdida de las colonias y de cientos de sus hijos en guerras absurdas, como lo suelen ser la inmensa mayoría: la abdicación de la casquivana Reina Isabel II que encuentra asilo en territorio transpirenaico: el viaje de ida y vuelta del designado Rey Amadeo que es recibido con el asesinato de su valedor el general Prim, la desamortización de Mendizábal causante del despojo del patrimonio eclesiástico; la revolución de 1868, el trienio liberalÉetc, una amalgama de acontecimientos a los que se suma la libertad religiosa mal recibida en general por el ciudadano, aun soportando la pesada carga de ser súbdito. En este ambiente se produce la renuncia del ilustre paisano de los benisseros, su escapada a Gibraltar, donde se hallan desterrados los dirigentes de la revolución entre los que se encuentra Juan Prim, con quien establece vínculos de amistad que se reafirmarían con la autorización del general para que Cabrera pueda predicar su interpretación evangélica por toda la nación española.

La lejana fecha del nacimiento de Juan Bautista Cabrera en 1837 se une en un 23 de abril con la de William Shakespeare en 1564 y con la de la muerte de Miguel de Cervantes en 1616, ambas según el calendario juliano. La coincidencia entre nacimiento y muerte de estos dos enormes escritores lleva a la UNESCO a declarar esa jornada como día Internacional del Libro en el año 1995. No se intenta establecer comparaciones, se salvan las posibles distancias, pero cada uno en su especialidad ha sido irrepetible. Cervantes en la novelística, Shakespeare en el teatro, Cabrera en los himnarios religiosos que le convierten en el mas importante himnólogo en lengua castellana habiendo creado y traducido mas de cuatrocientos, -entre los que se le atribuye el "Más cerca de Ti, Señor"-, unido en la historia de la noche trágica del Titanic. Su aportación a la narrativa ensayística española alcanza una cifra importante de títulos,-quizás el más conocido sea "El celibato forzoso del clero"-; crea periódicos y revistas y tal vez por el conjunto de su obra fue injustamente marcado en su tiempo y la señal aun perdura, inexplicablemente, en algunas mentes involucionistas. Si la civilización es la aceptación de todas tendencias, en nuestro entorno aun queda mucho campo que cultivar.

Juan Bautista Cabrera ha sido un gran desconocido para sus paisanos. Despreciado por su radical cambio de orientación religiosa, negada su extraordinaria labor, silenciado, acosado, insultado por haber formado un hogar, absolutamente cristiano, aunque no católico, envidiado por su dominio de los idiomas especialmente el hebreo, rivalidad que estableció con saña y encono el teólogo Mateos Gago, enemigo declarado de de las teorías darwinistas, de la evolución del clero en general y del matrimonio en particular, negando con su conducta la ejemplar tradición cristiana.

El Obispo Cabrera, a quien tributamos un merecido recuerdo, no volvió jamás a la tierra que le vio nacer. Gibraltar, Londres, Sevilla, Madrid e incluso Alicante lo más cerca que estuvo de Benissa. La incomprensión, la intolerancia y las escasas luces de las autoridades le impidieron el regreso días antes de su muerte acaecida en Madrid en el año 1916 justo tres siglos después de la desaparición de Cervantes, el ilustre autor complutense.