El otro día intentaba cruzar la Rambla, pero tuve que detenerme mientras pasaba una procesión. Inesperadamente un nazareno de "vesta" y capirote blancos alargó la mano y me ofreció un caramelo. No quiero pecar de literario pero me es imposible sustraerme a citar la famosa "magdalena de Proust", ya que el humilde obsequio de un anónimo penitente me produjo la misma sensación que al famoso escritor francés el no menos famoso bollo: retorno a la infancia, con sus inevitables sensaciones agridulces. Explicaré sucintamente que la costumbre de obsequiar con caramelos es ancestral, y se considera originaria de Murcia: los costaleros solían llevar viandas bajo la túnica para recuperar fuerzas en las paradas, ya que el peso de las imágenes que portaban era enorme. Y solían invitar a amigos y conocidos que presenciaban el cortejo a degustar huevos duros, habas tiernas, etc. La costumbre se extendió a otras ciudades españolas (pocas) y en Sevilla se permite entregar caramelos a las cofradías "alegres"; no así a las llamadas "serias". Y también me resulta inevitable asociar mi inocente caramelo al que nuestro presidente del Gobierno ofreció a sus seguidores y/o posibles votantes: un caramelo envenenado. Las circunstancias mandan, por no llamarlas Bruselas.

Ya expresé mi queja en el ámbito local en cuanto a la suspensión de las actividades artísticas en el próximo verano; ahora, tras los anunciados recortes (eufemísticamente llamados ahora "ajustes") se ceban en dos parcelas que el mismo Rajoy anunció como intocables: la sanidad y la educación. Doña Esperanza Aguirre, siempre contundente, añade leña al fuego reclamando la vuelta al Estado central de las citadas competencias, a las que añade Justicia. Y don Luis de Guindos, ministro de economía, va por libre y es desmentido en algunas de sus declaraciones por sus propios compañeros. Rajoy, entre la espada y la pared, empeñado en reducir el déficit bajo la presión de Europa y dejando muy en segundo término la reactivación de la economía (y por lo tanto la disminución del paro) huye del acoso de los medios y se niega a dar más explicaciones. No es fácil la situación del Gobierno, eso es indudable; pero tirar por la calle de en medio por cumplir el mandato de la UE no parece el mejor camino.

En las áreas de Sanidad y Educación hay que tener mucho cuidado y pensar dos veces las medidas a adoptar, porque me da la impresión de que los españoles, muy por encima de las mayorías absolutas que otorgan legitimidad a cualquier gobierno, no vamos a permanecer impasibles si los "ajustes" (especialmente en Sanidad) transcurren por caminos equivocados. El resultado de las elecciones andaluzas debería servir de lección: la reciente promulgación de la Ley de la Reforma Laboral trajo como consecuencia que las expectativas del Sr. Arenas fallaran estrepitosamente. Y el no acertar con las medidas anunciadas sobre Sanidad y Educación puede traer resultados desastrosos para el Gobierno y, lo que es más importante, para los españoles, que disfrutamos de la mejor Sanidad de Europa; lo que no tiene nada que ver con la racionalización del gasto y con intentar acabar con abusos.

Tres cuartos de lo mismo para la Educación. Frente a la lamentable homilía del obispo de Alcalá, atacando la homosexualidad y el aborto, está la reciente carta del obispo de Ciudad Real sobre las consecuencias de la Ley de la Reforma Laboral, realmente valiente, objetiva y por lo tanto reconfortante, resumida en la constatación de la existencia de once millones de pobres en España. Recomiendo la lectura de ambas. Como mis lectores saben, mis artículos se refieren generalmente al mundo de la cultura y el arte; pero ante todo soy un demócrata español que intenta ayudar con opiniones de fácil lectura y alejadas de todo sectarismo a la clarificación del difícil momento que atravesamos. Como siempre, al menos nos queda la palabra.

La Perla. ..."En las campañas electorales se habla en poesía; cuando se gobierna se habla en prosa" (Barack Obama)