Si el alma del ser humano fuera transparente, que no lo es, sabríamos que muchos concejales, empresarios y ciudadanos de Benidorm sueñan con que el Ayuntamiento mantenga hoy martes sus puertas cerradas. Porque a la ciudad entera, en su regreso al tajo, le asalta la misma duda cartesiana: y ahora, ¿qué? ¿Qué hacer después de que el Consistorio no haya podido aprobar su plan de ajuste? ¿Qué hacer bajo esta espada de doble filo, uno económico, porque durante los próximos 4 años Benidorm perderá 15 millones anuales en transferencias del Estado para pagar a proveedores, y otro político, porque esta ciudad ha certificado su más absoluta ingobernabilidad?

Un fracaso global y estrepitoso. Cuando el pasado 30 de marzo el pleno no ratificó el plan presentado por el PSOE (ni tampoco ningún otro, que era de lo que se trataba), la clase política del municipio volvió a fracasar una vez más, escribiendo otra página de una literatura que destila ya muchas amarguras históricas. Todas las familias políticas, de izquierdas, de derechas y de centro, volvieron a mostrarse incapaces de poner coto a una deuda que ellas mismas han producido a lo largo de los años, desde los fastuosos oropeles de los gobiernos de Vicente Pérez Devesa, pasando por el gabinete de Manuel Pérez Fenoll con el que siguió creciendo la deuda, y concluyendo con el ejecutivo de Agustín Navarro y sus gastos en pistas de hielo, crisantemos y demás simplezas. Otra vez con lo mismo.

¿Sabían lo que votaban?. Con el ánimo de aumentar la presión y el desgaste sobre el gobierno socialista en minoría de Navarro, PP y Liberales votaron en contra del plan a pesar de que en sus discursos demostraron que no sabían las consecuencias que esa decisión iba a acarrear ni intuían que estaban cincelando una auténtica losa económica sobre la ciudad que puede atenazarla durante años: rozó el patetismo que Fenoll le preguntara hasta en dos ocasiones al interventor, "oiga, y si rechazamos esto, qué va a pasar". Y, total, para que tanto su grupo como el de los liberales de Gema Amor lo rechazaran a pesar de que ese funcionario -el mismo que elogian cuando afea la gestión del alcalde- había advertido de que el Ayuntamiento queda abocado a una situación "traumática". Los dos grupos de la oposición justificaron su sufragio negativo porque el plan suponía una radical subida de impuestos. De acuerdo. Pero en realidad los tiros van por otro lado: para justificar una moción de censura, en cualquier sitio del mundo siempre viene bien alimentar primero un clima de caos; pero, a diferencia del resto del mundo, el problema es que en Benidorm populares y liberales están forjando ese clima pese a saber que por el momento son incapaces de ponerse de acuerdo para destronar al PSOE porque Fenoll y Amor siguen sin aguantarse. Apuestan por convertirse en parte del problema en vez de erigirse en la solución. Lo que pasa aquí no pasa en ningún sitio.

Una inútil política de salón. "Lo mío con Gema Amor es un noviazgo político que ya veremos si acaba en matrimonio". Con esa forma tan particular que tiene para decir las cosas, Navarro anunció hace unos meses que había llegado a un principio de acuerdo con la líder liberal para pactar medidas que aliviaran la maltrecha situación económica del Consistorio. Ahora bien, más allá de salir en unas cuantas fotos y jugar a la política de salón, se desconoce qué han estado haciendo durante estas semanas de noviazgo Amor y Navarro si, cuando ha llegado la hora de la verdad, ninguno ha sido capaz de consensuar -con contenidos concretos, con política en mayúsculas- un plan que salve a la ciudad. Y de eso también es responsable (y mucho) Navarro, abocado al bochorno de haberse quedado sin novia cuando ya había llegado al altar.

Los que salen ganando. La ruptura entre Navarro y Amor deja sin embargo dos ganadores en el ejecutivo minoritario del PSOE: por un lado, el primer teniente de alcalde, Juan Ángel Ferrer, al que tanto Navarro como Amor veían como un estorbo durante su noviazgo; roto ahora este último, Ferrer ha podido tomar aire, recuperar protagonismo y desfogarse: fue él quien diseñó el famoso manifiesto con el que el PSOE al fin se decidía a criticar a los liberales. Y también sale fortalecida la edil de Hacienda, Natalia Guijarro, a la que el alcalde ninguneó cuando coqueteaba con Amor y a la que ahora vuelve a necesitar con urgencia.

Montoro ya conoce Benidorm. Y para acabar, las dos famosas cartitas al ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro: primero la de Navarro, pidiéndole al ministro clemencia para que Benidorm no tenga que pagar tanto en tan poco tiempo, y que no deja de ser un brindis al sol, porque es presumible que, con la que está cayendo, Montoro tenga otras prioridades más allá de atender los problemas domésticos de una ciudad acuciada por las insensateces de sus políticos y gobernada además por un enemigo político; y después la de la edil popular Antonia Sola, diciéndole al ministro que no haga caso a Navarro porque es un señor muy malo y que, como es muy malo, mejor dejemos que ya no sólo él sino también Benidorm se hundan en la miseria. Bestial. Y conmovedor. La misiva de Sola demuestra dos cosas: que el PP también tiene una buena fiesta en forma de división interna -a la edil no la respaldaron los fenollistas- y que Montoro debe estar preguntándose cómo es posible que el negocio turístico de esta ciudad más o menos siga funcionando con este panorama. Quizás lo haga porque cuando vienen los turistas -normalmente en vacaciones- lo habitual es que el Ayuntamiento esté cerrado. El problema es que hoy hay que volver a abrirlo.