Alcoy es una ciudad propensa a coleccionar maldiciones bíblicas, y así durante mucho tiempo se nos ha estado vendiendo que los sucesivos brotes de legionela son culpa de la orografía y las especiales condiciones climáticas, una argumentación que podría cuadrar perfectamente también con el problema de la contaminación. Sin embargo, si el gobierno local ha sido capaz de reclamar a la Conselleria de Sanidad que abra nuevas líneas de investigación para combatir la legionela, ahora también tiene que aplicarse esta misma exigencia y buscar fórmulas que contribuyan a disminuir los índices contaminantes. La salud de los ciudadanos, en ambos casos, está en juego.