En la mayoría de casos, la lectura de una tesis doctoral va unida a un proyecto vital. Se rubrica con ella una formación de lustros, se muestran las credenciales para aplicar esos conocimientos a través de la actividad profesional correspondiente -teóricamente, claro- y se envían señales diáfanas de por dónde van las inquietudes y de cuáles pueden ser las aportaciones del susodicho. Paco Camps, un alumno aventajado que ha ganado elecciones hasta dos minutos antes de tener que abandonar el cargo porque aquéllo no había quien lo sostuviera, lee hoy su tesis titulada "Propuestas sobre la reforma del sistema electoral" en la que, al parecer, se decanta con dos co... por el sistema que prima el bipartidismo. Así expuesto, más permeable no puede resultar el trabajo. Tanto, que las inquietudes propias del doctorando consigue trasvasarlas en un pis pas a toda una comunidad, sin limitarse a la académica. De hecho, una de las primeras circunstancias a reseñar es que, tratándose de quien se trata y habiendo sido uno de sus predecesores el gran muñidor de la creación de la Miguel Hernández, es más que probable que Zaplana no asista al acto. De cualquier modo puede que se presenten otras oportunidades, siempre que estén a mano los tribunales imprescindibles. Porque, si a Camps le da por sacarle rendimiento intelectual -ahora es el que le toca- a la cantidad de materias con las que ha ido proporcionando un aldabonazo tras otro, no es sencillo que existan ramas especializadas en cualquiera de los distritos capaces de validar todo lo que él sabe. Es innecesario ponernos a especificar porque los asuntos están en la mente de todos, pero imagínense lo que podría aportar por ejemplo ese hombre en torno a los viajes papales, algo que posiblemente reclame un estudio pormenorizado. De decidirse, no descarten que lo primero que haga el Papa sea apuntarse a los del Imserso.