Si ya en los día previos a Navidad era de lamentar la variedad de comercios que, sobre todo en el centro tradicional, mostraban el lúgubre anuncio de "liquidación por cierre", ahora tan fúnebre esquela la encontramos en comercios de cualquier calle, cuando no la de "se alquila" porque el comercio ya ha cerrado.

Es el caso de la antaño muy comercial calle San Francisco donde hay diecinueve locales cerrados y uno en "liquidación por cierre", pero algo parecido se podría decir de las calles Calderón, Castaños, Pascual PérezÉ y de tantas otras calles céntricas o no, en las que día a día muchos comercios desaparecen. Por ejemplo, en La Rambla, que fue hasta los años 80 del pasado siglo la principal arteria comercial alicantina, actualmente sólo quedan cinco comercios abiertos, porque el resto son locales de hostelería o dedicados a la actividad bancaria, cuya proliferación provocó el inicio de la decadencia mercantil de la importante avenida.

Y volviendo a la calle San Francisco, que tan animada estuvo hace décadas, su aspecto actual es en verdad desolador, pues además de los comercios cerrados hay el solar de un derribo, varias casas con peligro de ruina y dos edificios protegidos de los que se conservó su fachada histórica y se reconstruyó su interior para dedicarlos a centro de la tercera edad, incluso con piscina, sin embargo llevan años cerrados con el consiguiente deterioro de su aspecto exterior.

Pero si esta "liquidación por cierre" ensombrece el panorama comercial de la ciudad, el mismo enunciado se podría aplicar a muchas empresas públicas y privadas tanto de la Comunidad como del Estado. Aunque en este caso mejor sería decir "liquidación por quiebra". Sí, estamos en una etapa sobrecogedora en la que los fastos de ayer son la ruina de hoy. Así, los derroches megalómanos han dado paso a los recortes, a las restricciones, a las quiebrasÉ tanto institucionales como empresariales. Y muchas de estas últimas motivadas por los impagos de los organismos oficiales. También a escala internacional las nuevas tecnologías y las cambiantes estructuras económicas motivan la caída o la suspensión de pagos de gigantes empresariales. Se liquidan industrias y negocios de prestigio casi centenario, con la correspondiente repercusión en el desempleo, en el paro creciente, en los agobios y los dramas personales y familiares.

No voy a extenderme más en lo que cada día es noticia, en lo que todos sufrimos en carne propia o en el ámbito doméstico y de los amigos. Termino refiriéndome nuevamente a la Comunidad Valenciana, pues a la liquidación de empresas públicas va a unir la venta de inmuebles importantes que la Generalitat posee en las tres provincias de su ámbito. Así, tras la publicación de una lista con los edificios "intocables" por su relevancia, parece que pronto se va a intentar vender al mejor postor una buena parte del patrimonio administrativo.

¡Qué triste despertar a tan parca realidad tras décadas de alardes excesivos! Pero es el precio a pagar cuando se gobierna fantasiosamente con mayoría absoluta.