Los comportamientos humanos correctos desgraciadamente no nacen de las relaciones políticas. Comportamientos que, generalmente, no son un ejemplo a seguir pues dominan en ellos más las ideas fanatizadas que los respetos a las ideas comunes. Actualmente deben tener una mayor jerarquía los pensamientos e ideas basadas en un esfuerzo social que los sentimientos altruistas.

Existen circunstancias en las cuales individuos no pertenecientes a ningún ente partidista, con sus actuaciones públicas, nos ofrecen verdaderas lecciones del valor social, humano y personal. Lecciones que calan en nuestra sociedad positivamente y que son las que forman y educan, esto es lo que necesitamos para, entre todos, formar un núcleo de verdadera identidad cultural de nuestros ciudadanos. Es la unión y la formación de los individuos lo que posibilita el éxito de la prosperidad del pueblo. Esfuerzo, trabajo, respeto, luces de futuro, identidad personal, exigencia y control a nuestros representantes. El conseguir todo ello será la meta que marque la prosperidad.

Todo ello viene a cuento antes de entrar en el argumento de lo citado. Acabado el reciente partido de la final de tenis donde fue derrotado nuestro tenista Rafa Nadal, a pesar de su derrota, y luego de un partido que duró más de cinco horas, en su discurso dio una verdadera lección de dignidad. Perdió con orgullo, satisfecho de haberse entregado con toda su intensidad física en el partido jugado, demostró su verdadera riqueza humana en los valores del perdedor al resaltar la gran categoría de su contrincante y su respeto profesional al mismo y la voluntad de repetir muchos partidos como el efectuado. Pero si su posición fue de un saber estar, decir y actuar, no fue menor la de su oponente, halagos y conciencia de haberse enfrentado a un gran jugador y a una gran persona tanto en su desarrollo deportivo como personal.

Este acto, que no estamos muy acostumbrados a ver, me hizo olvidar todos aquellos que me avergüenzan. El honor del perdedor debe de estar por encima de la vanidad. Nuevas ocasiones habrán en las cuales el vencido pase a ganador. En ambas ocasiones la prudencia y la tolerancia deben estar definidas. Son situaciones que debían de servir de ejemplo para muchos profesionales que, representando a una sociedad, no saben asimilar el perder o el ganar, no admiten las virtudes en el contrario y cuestionan, sin ser testigos, las suyas propias en el análisis que la sociedad hace de ellas. Sin ánimo de generalizar, el vídeo de este discurso debía ser asignatura de obligado comentario para los dirigentes políticos. Una verdadera lección de democracia basada en la dignidad y en los valores personales.