Viene Fabra a Benidorm y el flamante edificio del Invattur luce sus mejores galas, preparado para pasar revista: el césped recién segado y limpias como patenas las cristaleras (esperemos que éstas no se caigan). Qué gozada entrar a este palacio, emblema de la época en que había dinero y más dinero, un palacio tan ajeno a la vida cotidiana de Benidorm donde uno puede recorrer por un día suntuosas estancias iluminadas con alógenos de diseño, despachos y más despachos distribuidos en tres pisos la mayoría vacíos, una sala de juntas, otra sala de actos -¿qué diferencia habrá?- y departamentos con nombres como del siglo XXV, nombres como "Vigilancia tecnológica", "Laboratorio Multinacional", "Análisis de Proyectos", nombres que parecen haber sido concebidos en un cónclave de semiología. Dicen que el Invattur, que costó 6 millones de euros financiados en parte por la UE, se dedica al famoso I+D y es cierto que algo se hace: por ejemplo, el Plan Operativo para 2012 basado en nuevas tecnologías. Pero no parece suficiente: este año, el invento dispondrá de tan sólo medio millón de euros y de una plantilla de 5 técnicos que cada día deben perderse en un edificio de más de 5.000 m2: no es pues la sede en la que debían estar representados los estamentos turísticos (empresariales y laborales), no ejerce como casa del turismo para todos ni como un centro de debate para el futuro del sector. Aquí hay mucho lujo y mucha cristalera, pero poca casa y poco debate: el Consell sólo dejó entrar a los periodistas en la reunión de ayer para escuchar el discurso oficial de Fabra, no fuera a ser que los plumillas se enteraran del debate de verdad, por ejemplo, del malestar de los empresarios por los recortes en la promoción y de sus demandas para arañar unos céntimos más en esta época de penurias realizadas en un edificio de 6 millones alzado en otra época de derroche que parece ya tan lejana.