La peculiaridad más auténtica de la Semana Santa de Crevillent, radica en que es eminentemente tradicional y popular. Me refiero de forma especial a las conmemoraciones de la Pasión de Cristo que tienen lugar en la calle.

No en balde, el pueblo sigue hoy manifestando de forma espontánea unas tradiciones con cuatro siglos de antigüedad. Las modificaciones lógicas, efectuadas en el transcurso del tiempo, sólo han afectado a detalles que lejos de alterarlas han contribuido a potenciarlas.

Así ocurrió cuando en la segunda mitad del siglo XIX aparecieron las modernas cofradías (fundadas como sociedades), que lejos de erradicar viejas costumbres, las mantuvieron.

Su misión consistió en ejercer de correa de transmisión entre las primitivas conmemoraciones de la Pasión, de carácter penitencial (Vía Crucis dirigida por el clero), y las actuales, de condición más humana, influenciadas por criterios populares.

Pagaban los gastos con las cuotas de sus socios, sin depender de organismos superiores. De ahí a que actuaban con cierta autonomía, sólo limitada por las normas establecidas por sus antepasados.

Obviamente, las antiguas costumbres de los Crevillentinos respecto de la Semana Santa, debieron quedar condicionadas por el lugar donde estuvo el primitivo Calvario o Vía Crucis, erigido a principio del siglo XVII ante la ermita de Santa Anastasia, al este del poblado.

De aquella época sabemos que el día de Viernes Santo había solamente una procesión, la de la tarde, formada con cuatro imágenes: Nazareno, Crucificado, Dolorosa y Yacente. El emplazamiento del Calvario actual (inaugurado en 1.769), y la adquisición de nuevas imágenes, un siglo más tarde, propiciaron poder celebrar una procesión nueva: la del Viernes por la mañana.

Con ella tomaron impulso otras directrices emanadas del pueblo, que unidas a las antiguas de marcado signo penitencial, lograron crisolar las tradiciones más queridas de Crevillent.

Una crónica datada en 1877, describe con detalle la procesión del Viernes Santo por la mañana. La de ahora -dechado de tradiciones-, es un calco de la de entonces. El llamado "Encuentro" en el mismo punto de concentración de los pasos, La Morquera; a la misma hora para efectuar la ceremonia del "Abrazo" exactamente igual; idénticas imágenes meciendo al son de les "pasarelles".

También ahora, le cantan al Nazareno el antiguo "motete", de autor anónimo, y la Dolorosa lleva, como entonces, "canto y música" (coro, acompañado por unos pocos instrumentos de viento). El mismo Stabat Mater, o parecido al de ahora, la cantan a la subida y bajada del "Calvari".

Y entre una y otra procesión, para no perder la costumbre, "las vestas se van al desayuno" (en nuestros días, almuerzo).

Todos los años, al amanecer del Viernes Santo, tras escuchar las "Dianas", los crevillentinos se congregan alrededor de La Morquera dispuestos a cumplir con el viejo ritual del "Encuentro".

Sus retinas graban la misma secuencia que ya se representaba hace siglo y medio en el mismo escenario con idénticas imágenes: San Juán y Verónica inician la ceremonia que culmina con el "Abrazo" entre la Dolorosa y el Nazareno.

Es en este lugar, y momento, donde se concentran y perpetuan las tradiciones más genuinas de la Semana Santa de Crevillent. De entre ellas, cabe citar una muy característica impulsada por el sentimiento de solidaridad: la música y el canto interpretados en el seno de diversos colectivos: bandas y coros.