Xavi Carbonell (Alcoi, 1971) inicia en la Lonja del Pescado de Alicante una serie de ocho exposiciones, Arte Último. 21 Días, que tratarán de mostrar el arte de investigación que se está realizando en la provincia de Alicante. Y la verdad es que este proyecto que comisario, junto con Eduardo Lastres, no podía empezar mejor, pues la obra de este autor ha puesto el nivel muy alto al resto de los artistas que participan en este primer año del proyecto, pero que, estoy segura, van a competir también a un alto nivel.

En cualquier cultura, el gesto conforma una parte importante de las manifestaciones individuales y colectivas más necesarias de una civilización. El gesto forma parte de nuestro ADN, de nuestra manera de manifestarnos y de configurar el mundo, y esto se refleja en el arte visual. Con Pollock y su action paintig recordamos que el baile es la primera expresión en esa generación de voluntades. El gesto dibuja el miedo, la reacción, el renacimiento, todas aquellas manifestaciones primordiales que constituyen los procesos culturales. En este sentido, la pintura de Xavi Carbonell desarrolla todo un imaginario de gestos en los que se va impregnando el conocimiento de la pintura de su tiempo y de otros momentos. Así, su arte, que podemos ver en este espacio tan noble de la Lonja, es un testimonio de la acción y del pensamiento, más allá de sus límites ordinarios, de lo que se intuye o descifra en una primera mirada. Resultado de una gran investigación, sin embargo, nos trasmite de manera aparentemente muy simple todo su saber sobre la acción pictórica, sobre el mundo de la expresividad y sobre los registros más íntimos de nuestra sensibilidad que el arte traduce. Pero también juega con los sentidos, de tal manera, que los más profanos en la materia, que no saben de tendencias pictóricas ni de arte, reconocen una pintura auténtica, transmisora de referencias que nos hablan de lo que la pintura es. Un mundo que nos enseña el gusto por la vida, pero también la reflexión obligada sobre lo que somos y cuáles son nuestros deseos. La técnica de Xavi Carbonell, contundente, clara y personal, dispara toda una serie de iluminaciones, como diría Joyce, en las que el lector se ve involucrado y seriamente involucrado. Pintura cómplice, como apunta el propio artista, con el mundo puro de los niños, pero también con el mundo hiperculto de los entendidos. Como no podía ser de otra manera, les recomiendo que vayan a ver esta exposición llena de matices sensibles, de pintura y de conocimiento. Capítulo aparte merecen sus dibujos, poemas visuales que nos hablan, como en un diario íntimo, de todo aquello que el artista ve en las calles, en la vida y en la experiencia, y cómo no, en sus sueños, en su incursión al otro lado del espejo, en el que Alicia aprende la vida a través de fantasías muy reales.