Desconocía Rajoy que no existe peor tortura que la de la incertidumbre cuando decidió retrasar hasta el 30 de marzo la presentación de los presupuestos para el 2012, pensando en clave electoral. A los analistas financieros y a Bruselas, el considerable retraso les olió a puchero de enfermo, le exigieron premura, a la que no hizo caso, y a los socios europeos les dolió su decisión unilateral de aumentar el límite de déficit hasta el 5,8%. Así que respondieron a su órdago imponiéndonos el 5,3%: todo un cuchillo de afiladas aristas que nos trasquilará por culpa de quien quiso ir a por lana. La parsimonia presupuestaria ha sido un fiasco: los mercados financieros nos han castigado duramente esta semana y cada día disipado ha supuesto un retraso en la recuperación, sin que los recortes aprobados hayan favorecido el revés electoral del PP. Ahora el Gobierno, lejos de navegar con el viento a favor en un mar nacional de gaviotas lo habrá de hacer sorteando las espinas de la rosaleda andaluza, el mayor territorio autonómico siempre hostil para el PP.

Ha podido comprobar el PP en carne propia cómo las corruptelas políticas y los ERES fraudulentos del gobierno de Griñán no han disuadido suficientemente a los votantes del PSOE, como ya ocurriera en la Comunidad Valenciana con el gobierno de Camps. Lamentablemente, en este país, los votantes, se parecen cada vez más a los hinchas del futbol: incapaces de exigir a sus presidentes y equipos responsabilidades, y tanto en la liga, como en las elecciones, los partidos son determinantes Pero de ahí a que el viva er Betis man que pierda se extrapole a los gobernantes corruptos hay un abismo. Y en el abismo deberían caer los sinvergüenzas enriquecidos o malgastadores de nuestros impuestos por los que estamos viviendo este vía crucis.

Se daba por supuesto que los Presupuestos serían un horror. No en vano se ha presentado el Proyecto este viernes de dolores y el martes de pasión nos llegarán los detalles. Miembros del Ejecutivo ya adelantaron que serían brutales, y el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, confesó en el Senado que serían "los más austeros de la democracia". Y lo son, porque en el atolladero de elegir entre la vía del equilibrio financiero que nos impone el dúo Merkozy o el crecimiento económico bajo un mayor endeudamiento que dictan los más sesudos analistas económicos se ha optado por la austeridad. Y como mandan bastos, se ha tenido que materializar un recorte de 27.300 millones de euros; un recorte que es un hachazo, materializado en la amputación al gasto de cada ministerio del 16,9% de promedio, y con la supresión astronómica de un 40% de la inversión estatal, dentro de una catarata de recortes para que España no se vea arrastrada por el tsunami de la depresión económica que podría seguir a la recesión que nos invade.

Ante semejante poda, nuestros socios europeos deben estar contentos. La única depresión será para nosotros, la moral, y nos podrá llegar porque el panorama se complica debido a la recesión económica que sufrimos, y de la que no se libran los demás países de la UE, salvo Alemania, a la recaída prevista de nuestro PIB, del 1,7%, a la subida del gasto por intereses de la deuda pública, al aumento de las prestaciones por desempleo por el mayor nivel de paro y a la consiguiente disminución de las cotizaciones. De modo que los recortes en las partidas de gasto e inversión comportarán una nueva caída de la demanda interna. Es por ello que el objetivo de reducir el déficit al límite pactado, a tan sólo nueve meses vista y de crear empleo deviene en utopía y eso que se ha tenido especial cuidado en no dañar el gasto social, pero ¿cómo elaborar más pan en la tahona nacional, si se nos recorta el agua y la harina? ¿y si, además, nos reducen casi la mitad de la levadura, cómo van a subir las hogazas? Imposible. Es cierto que para los mercados y Bruselas, y de acuerdo con la nueva Ley de Estabilidad, se nos exige el equilibrio presupuestario, pero no deberíamos olvidar que los gastos públicos tienen su prima ratio en la satisfacción de las necesidades públicas y no hay mayor necesidad para la población que el empleo, como lo reconoce nuestra Constitución al indicar que los poderes públicos "de manera especial realizarán una política orientada al pleno empleo". Y este no es el mejor camino.

La brutal caída generalizada en materia de gasto público conllevará más despidos y reducciones en casi todas las líneas de actuación. Duele especialmente que mientras en Defensa la reducción se limita al 8%, en Sanidad se rebaje un 13%, y en Educación todo un 21%, cuando es pieza clave para alcanzar el progreso en el futuro. De poco ha servido el manifiesto firmado esta semana por el importante grupo de investigadores y científicos en su apoyo, sin que sirva de consuelo que a Fomento, Industria y Agricultura el tijeretazo les haya sustraído el 30% del gasto pretérito.

En materia de ingresos, el Gobierno, tras el sonado aumento del IRPF y del IBI, ha sido consecuente con su voluntad de no aumentarlos, pero ante la gravedad de la situación ha tomado decisiones de distinto calado para avanzar hacia la consolidación fiscal. Le ha tocado el turno al Impuesto sobre Sociedades del que sin subir el tipo impositivo se suprimen muchas deducciones, como los gastos de financiación, con lo que se pretende mejorar la recaudación, que había caído a la mitad desde el comienzo de la crisis, en 5.300 millones de euros. Ya era hora, como tantas veces he denunciado, es lacerante que las grandes compañías hayan aumentado sus beneficios o sigan obteniéndolos, y que por el juego de las bonificaciones se haya generado una pérdida de ingresos brutal en estos años de crisis al caer el tipo nominal del 30% a un tipo efectivo del 10% de los beneficios (las empresas del Ibex pagan como media el 8,5%). Vergonzoso, si se compara con los tipos de gravamen que soporta el trabajo en el IRPF. Al eliminar prebendas fiscales, las cañas vuelven a ser lanzas, aunque no han debido suprimirse los beneficios fiscales que apoyan a la investigación, y más en un país en el que su futuro exige que el conocimiento sea mimado sin prejuicios fiscales.

Aunque hasta el martes no se darán a conocer más detalles, si que, en incomprensible ausencia de Rajoy por la importancia de la materia, el ministro Montoro, ha recalcado que no se modificará el IVA para no frenar el consumo ante la necesaria recuperación, pero sí que se cambiará la imposición sobre el tabaco, aunque no sube la tasa, lo que parece un galimatías, a la vez que en materia de tasas se ha anunciado el copago en justicia para los recursos que se planteen en segunda instancia, con el ánimo de frenar la avalancha de expedientes a la judicatura, lo que estaría bien si los jueces impartieran justicia, cosa bastante discutible en estos tiempos.

Y una bomba de relojería, que ha sido denominada como "una amnistía fiscal" y planteada por el ministro de Hacienda como "la última posibilidad fiscal", mediante la cual se podrán declarar las rentas no regularizadas mediante el pago de un gravamen del 10%. Deleznable, porque no es razonable que a quienes hayan eludido el pago de los impuestos en grandes operaciones económicas, se les permita de nuevo salir ilesos y puedan blanquear sin apenas coste fiscal el oscurantismo de su dinero. Con la aprobación de esta semiamnistía fiscal se permitirá a los defraudadores la condonación legal de unos beneficios ocultos. Una vez más, se premia al pillo mientras se castiga a quienes son honestos. Nada más incoherente con el recto proceder de las autoridades fiscales que promover con su aval el reingreso gratuito en los circuitos financieros de un dinero negro por mucho que se necesite su blanqueo. Es un pésimo ejemplo que desincentiva a todos los contribuyentes honrados y propicia con la cortedad de la prescripción para el fraude, de tan solo cuatro años, que muchos ciudadanos se planteen, y más en situaciones tan difíciles como la actual, la de eludir el cumplimiento de sus obligaciones tributarias. Menos comprensible es la medida si se tiene en cuenta que se acaba de plantear un "plan contra el fraude perentorio" en palabras del propio ministro.

Debemos esperar aún unos días para conocer el detalle del Proyecto de Presupuestos, pero es muy difícil que ante una situación como la que atraviesa nuestro país se pueda lograr salir del abismo en el que nos encontramos con tanta pobreza de miras. Y aunque nos lo tengamos merecido y sea lo que toca, de acuerdo con las directrices europeas, por esta vía tardaremos en ver a salida del sol y quizá más de uno, ante la pérdida de sus bienes, termine jurando, como Escarlata O´hara aquello, de "pongo a Dios por testigo que jamás volveré a pasar hambre".