Los piquetes empresariales son como la materia oscura porque, siendo invisibles, ocupan el 80% de la realidad en todas las huelgas. No los graban las cámaras de televisión ni los micrófonos de la radio porque efectúan su violencia en la oscuridad. Tú verás lo que haces, vienen a decir los integrantes de estos piquetes, pero al mes que viene caduca tu contrato y podemos renovarlo o no. Haz la huelga si quieres, estás en tu derecho, pero yo, con la reforma laboral en la mano, estoy en el derecho de despedirte cuando cojas un catarro. Hay otro piquete también muy disuasorio: el de la reducción de un día de salario a final de mes. Si a todas esas presiones le añadimos un despliegue policial desproporcionado en las calles, ir a la huelga constituye una heroicidad, sobre todo, ir a la huelga contra una reforma laboral que es en sí misma un piquete enormemente violento, pues deja al trabajador inerme frente a las veleidades del empresario.

Así las cosas, el 29 M ha sido un éxito histórico de los sindicatos, que habían sido sometidos, por si todo lo anterior fuera poco, a una campaña de desprestigio sin precedentes en los días anteriores a la huelga. Recuerdo haber oído en una tele que Cándido Méndez llevaba un reloj de miles de euros, un reloj que él mismo mostró en otro programa explicando que se trataba de un regalo de los sindicatos italianos. Como los que regalan en la tele. Fueron tantas las informaciones falsas o malintencionadas vertidas sobre CC OO y UGT que hasta un servidor, muy crítico con determinadas posiciones sindicales, sintió la necesidad de acudir en su apoyo.

Todo estaba, pues, en contra del éxito de la huelga general, que sin embargo salió adelante. El Gobierno puede ignorar lo que eso significa. Puede desatender el malestar que se percibe en la calle y en el interior de los hogares, puede hacerlo, y parece dispuesto a ello. Pero cometerá un grave error, pues dará la impresión de que gobierna para intereses foráneos más que para intereses españoles. De otro lado, Rajoy no debería olvidar que los sindicatos están vehiculando de manera extremadamente sensata un disgusto social que crece y que empieza ya a superar al miedo. Renunciar a las prestaciones de ese vehículo es suicida.