1.- Por interés: Me interesa derrotar a la reforma laboral y a la política de ajustes despiadados. Es cierto que, siendo funcionario, mi puesto de trabajo parece blindado, pero eso no es seguro en el largo plazo. Por otra parte la reforma laboral propicia una tendencial caída de retribuciones y una pérdida de la calidad del empleo en todos los sectores que, en mi caso, además, repercutirá en el prestigio de la Universidad pública. No es ningún desdoro explicar que los trabajadores tenemos intereses económicos concretos, ¿o es que sólo pueden pregonar sus beneficios los banqueros o los altos ejecutivos? Porque no es verdad que "todos" hacemos sacrificios: unos los hacemos y otros siguen acumulando riquezas.

2.- Porque es un derecho fundamental: En las condiciones de la Transición la inserción constitucional del Derecho de huelga fue clave para alcanzar el prestigioso consenso. Por supuesto cada uno puede ejercer o no el derecho en un momento concreto. Yo lo he hecho en todas las huelgas generales de la democracia, gobernara quien gobernara. Lo que es antidemocrático es tratar de deslegitimar la huelga diciendo que hay otra legitimidad superior: la de la mayoría absoluta del PP recientemente obtenida. Son dos órdenes de legitimidad distintos y no contradictorios. Si así no fuera sería ilegítimo ejercer cualquier derecho que suponga crítica a la mayoría parlamentaria, por ejemplo: escribir artículos o constituir asociaciones. Tras esos argumentos hay una lectura débil de la democracia, que confunde la representación de la pluralidad social con plebiscitos en los que el ganador tiene las manos libres para hacer lo que quiera.

3.- Por utilidad: En todas las huelgas generales los resultados a medio o largo plazo han supuesto cambios en las propuestas iniciales y han beneficiado a los trabajadores. Se dice que en esta ocasión no puede ser así por los "compromisos" contraídos, léase: por la rendición a los mercados financieros y al dogma de las políticas prioritarias antidéficit. Nadie duda de las dificultades, pero la última palabra no está dicha. Por otra parte el éxito de la huelga será clave para que los poderes económicos y políticos entiendan que hay que recuperar el diálogo social y que la existencia de límites a las contrarreformas es insoslayable. También en la huelga se dilucidan otras cuestiones: presionar para contraer los recortes será esencial. Esto no es cuestión de "sí" o "no", sino un momento clave en una dinámica más amplia que debe sostenerse en el tiempo.

4.- Por responsabilidad profesional y sentido histórico: Dada mi profesión no puedo sino rebelarme ante cambios que, creo, son inconstitucionales y que, en todo caso, quiebran una lógica en la que se ha mantenido el sistema constitucional en España, tratando de profundizar la democracia del estado social. La reforma es un retroceso de muchas décadas y nadie nos promete que las cosas se restaurarán cuando "termine la crisis"; al revés, hay argumentos para pensar que se intenta consagrar esa pérdida de derechos laborales para siempre, contra la lógica constitucional. Y que el retroceso, si no encuentra resistencia, puede incrementarse en el futuro.

5.- Para defender la cohesión y la paz social: Las medidas emprendidas están rompiendo, en cuestiones muy sensibles, la cohesión social, promoviendo la más descarnada desigualdad, afectando a niños, enfermos o personas mayores y, en general, a los sectores más vulnerables de la sociedad. Corremos el firme peligro de la generación espontánea y multiforme de un temor generalizado que se salde con un "sálvese quién pueda" que, entre otras cosas, promueva episodios de violencia, brotes xenófobos y otras enfermedades del cuerpo social. Una huelga como la ahora convocada es una forma eficiente de canalizar el descontento planteando objetivos comprensibles y emplazando a las autoridades públicas a negociar. Evitará la atomización de revueltas que conduzcan a callejones sin salida y debe reforzar el papel de los sindicatos que, a despecho de infames acusaciones infundadas, están dando lecciones de madurez y responsabilidad.

6.- Por solidaridad: Yo puedo hacer huelga. Los millones de parados no, aunque se sumen a concentraciones y manifestaciones. Tampoco podrán hacer huelga centenares de miles de trabajadores presionados por sus empresarios que, precisamente para ello, cuentan ahora con la reforma laboral. Los que tenemos voz tenemos que suplir los silencios obligados de otros.