El conflicto Aeropuerto/Ryanair sigue subiendo de tono y amenaza con alcanzar cotas insospechables cuyos inconvenientes pueden llegar a producir importantes pérdidas para la economía de la zona. La están produciendo ya, pero lo que estamos percibiendo en estos momentos puede que no sea más que la punta visible del iceberg. El abandono de Ryanair de nuestro aeropuerto podría producir efectos perniciosos a largo plazo de los que podemos tardar en recuperarnos. Y, todo ¿por qué? Cuando tantos implicados no encuentran los motivos ni las soluciones, cuando nadie se explica cómo se ha podido llegar a esta situación ni cómo salir de ella, tenemos que concluir que estamos ante un conflicto de lo más tonto.

¡Ojo! Que sea tonto no significa que no sea grave, que no tenga sus causas y que no se pueda salir de él. Pero, eso sí, no va a resultar nada fácil porque, como es tonto -repito-, pocos son los que descienden y bucean entre las tonterías para buscar las explicaciones.

Lo cierto es que nos encontramos en una situación bastante estúpida. Fíjense, si no. Estamos ante un negocio en el que todas las partes pierden. Aena pierde, el aeropuerto pierde, Ryanair pierde, la sociedad pierde. Y no hay más que se apunten a las pérdidas porque no existe nadie más involucrado, si no, seguro que también saldría trasquilado. Hemos hecho un pan como unas tortas. Después de invertir 700 millones de los contribuyentes (con lo contentos que estábamos) en una nueva terminal de lujo, ahora resulta que estamos peor servidos, que el diseño del aeropuerto no resulta funcional para la operación de las "low cost", la modalidad de transporte con más futuro. No puede ser. Algo más tiene que pasar. Otros aeropuertos tienen las mismas características y las "low cost" se encuentran a sus anchas. Ahí tenemos el caso de Palma de Mallorca, con un gran volumen de pasajeros y en el que Ryanair funciona sin rechistar, usando y pagando las mismas pasarelas que aquí, en el nuestro, tanto le incomodan.

¿Dónde estamos fallando, pues? Yo, después de repasar las frases empleadas por todos los que han expresado públicamente sus recomendaciones y demandas de solución y las de aquellos que mantienen el fuego de la reyerta, he llegado a la conclusión que la dificultad para alcanzar un posible acuerdo radica en cuestiones personales y más concretamente en el desconocimiento del rival por parte de Aena: MichaelO'Leary. Frases como: "Que se sienten a negociar un acuerdo pero sin que haya vencedores ni vencidos". "Ninguna compañía cancela vuelos si son rentables". "Que ambas partes flexibilicen sus posturas". Y algunas otras. Como verán, todas están basadas apelando a criterios empresariales de lo más lógicos y clásicos y es ahí donde yo creo que radica el equívoco: pensar que Michael O'Leary es un empresario lógico y clásico. Este señor debe de tener bien poco de estas dos cualidades para haberse embarcado en la creación de semejante empresa ni para gestionarla de la manera que lo hace, pasando por encima de tantas cosas y saltándose a la torera los más elementales usos y costumbres de aplicación en el sector, e incluso colisionando algunas veces con lo establecido, sobre todo en cuestiones de publicidad y comunicación. Lo dicho, me parece que no le tenemos pillado el aire.

Y, ¿quién puede abordar la solución de este conflicto tan tonto? Pues yo creo que para ello sobran los empresarios, los técnicos, los políticos, los abogados y, sobre todo, los tribunales. ¿Cómo se pueden dilucidar los conflictos con tu principal cliente en los juzgados? Si ganas, lo vas a perder y si pierdes te va a hacer pasar por el aro. ¡Vaya negocio! Lo ya expresado: aquí solo se juega a perder. Lo que se necesitan, pues, son sicólogos. O ¿creen ustedes que el día que se produzca un fallo judicial contra Ryanair este señor lo va a aceptar, va a pedir disculpas y va a restablecer el tráfico aéreo como si no hubiera pasado nada? Yo no lo creo. Ese día ya podemos despedirnos de Ryanair. ¿Tendremos alternativas para entonces? Si las hubiera ya podríamos activarlas para ahora. A este paso el Comité de Rutas no va a dar abasto abriendo las rutas que Ryanair vaya cerrando.

Ah! un apunte más. Me voy a referir a la más inocente de las recomendaciones leídas estos días. Es aquella de "que no haya vencedores ni vencidos". Me parece la menos probable de todas. Quizás Mr. O'Leary pueda ceder en sus posturas dándole el oro y el moro (¿por qué no en forma de una terminal de las cerradas para él solito? Yo no lo descartaría), pero si rodara alguna cabeza que se la pudiera apuntar como victoria, puede que se conformara con menos. Y, qué quieren que les diga, tampoco veo en Aena un ánimo tan condescendiente y un espíritu tan deportivo como para ceder y pelillos a la mar. Uno acostumbrado a salirse con la suya y los otros adictos al mando y ordeno no configuran una mesa de diálogo muy ejemplarizante.

Sicólogos. Muchos sicólogos, nos van a hacer falta.