El 29 de marzo los sindicatos han convocado huelga general como expresión del rechazo que la reforma laboral aprobada por el Gobierno les suscita. Los aspectos más criticados de la referida reforma afectan a la negociación colectiva y al despido por causas económicas. Por más que fueren conocidos por ambas partes sus respectivos posicionamientos, me cuesta creer que no haya habido ningún tipo de negociación previa. Por descontadas las opiniones a favor y en contra, lo que es seguro es que de seguir adelante los cambios ahora introducidos, los actores en juego deberán cambiar el prisma desde el que contemplan la situación que particularmente les atañe y diseñar una nueva estrategia de actuación. Con la reforma aprobada los convenios de muchas medianas y sobre todo grandes empresas podrían sustituir al convenio colectivo del sector. ¿Redundará este divide y vencerás en una pérdida del poder sindical? No necesariamente. Buena parte de los resquemores que la reforma de la negociación colectiva ha ocasionado en ese ámbito, podrían aparcarse o mitigarse con una ley de financiación específica que garantice a los sindicatos su operatividad negociadora.

Cuando los representantes sindicales negocian unas condiciones de trabajo dignas para los trabajadores, lo hacen para todos, los que están afiliados y los que no. Desde esa perspectiva debe valorarse la función que desempeñan en nuestra sociedad. La ruptura por los convenios de empresa del acuerdo marco que el convenio colectivo supone no tiene, sin embargo, por qué ser perjudicial para el trabajador, puede beneficiarle en muchos aspectos, incluido el económico, y suponer además una adecuación a las circunstancias concretas de cada empresa. Lo importante es que en cada convenio de empresa las organizaciones sindicales más representativas puedan participar de manera plena, siendo imprescindible para ello que cuenten con los recursos económicos necesarios. Por otra parte, el hecho de que la mayoría de las PYMES no hayan de negociar convenios propios, no quiere decir que los derechos de sus trabajadores, amparados en los términos del convenio colectivo, hayan de resultar perjudicados. Igualmente, dar por sentado que en caso de desacuerdo ante el descuelgue del convenio colectivo, la Administración se colocará del lado del empresario, no tiene mayor fundamento.

Respecto del despido por pérdidas de ingresos durante tres trimestres seguidos, me parece totalmente desacertado si no se preservan debidamente los derechos de los trabajadores afectados. Lo primero que hay que contemplar es a qué trabajador puede despedirse, pues debe evitarse a toda costa que el empresario pueda tener la tentación de desprenderse de los trabajadores más antiguos, lo que sería intolerable. Y, en segundo lugar, debe mantenerse una reserva opcional para el caso de que durante al menos un año con posterioridad al despido, si se llevan a cabo nuevas contrataciones, el trabajador pueda reintegrarse a la empresa en las mismas o en similares condiciones laborales a las que tenía.

Esto, que debería tenerse en cuenta igualmente si el despido lo es por cuestiones económicas de mayor calado, en el supuesto que contemplamos se hace totalmente imprescindible. Al empresario hay que decirle, tiene usted distintos trabajadores a los que puede afectarles el despido, si quiere despedir al más antiguo, esa elección conlleva una determinada indemnización, 45 o 33 días por año de trabajo. De lo contrario tiene usted la opción de despedir al que menos tiempo lleva en la empresa. Si es el Estado el que le quiere permitir lo primero con la indemnización correspondiente al segundo supuesto, pues nada, entonces que lo pague el Estado.

Con esto que digo y lo hasta ahora expuesto, qué es lo que opino sobre la oportunidad de la huelga del 29 de marzo. Para contestar a ello debo de decir que las cosas importantes, las que tienen o pueden tener grandes repercusiones, deben meditarse y no adoptarse precipitadamente. El Gobierno podría haber regulado para su inmediata entrada en vigor las medidas de fomento del empleo y haber dejado para un poco más adelante las cuestiones más controvertidas. No lo hizo y ahora se encuentra con la huelga que preveía. ¿Quiere esto decir que me parezca bien la convocatoria de huelga general en este momento? Desde mi punto de vista los sindicatos podrían haberse armado de razón si hubieran esperado un tiempo para discernir con más conocimiento de causa cuáles son las rayas rojas que no están dispuestos a asumir, porque a veces mezclar motivos dispares y de distinto calado puede confundir. Tal vez el Gobierno habría entonces recapacitado. No quiero adjudicar responsabilidades, pero partimos del que considero primer gran error del nuevo Gobierno.

Yo llevo a gala algo que escuché durante la transición en la antesala del despacho de abogado de mi padre, letrado entonces del sindicato vertical, cuando los jefes de la UGT de una ciudad de centenaria tradición ugetista, le proponían: "É hemos estado muy bien con usted estos años y nos gustaría que se quedara con nosotros como abogado de la UGT". Por ello y porque de siempre ha estado en mi ánimo, no defenderé nada que piense que lesiona gravemente los derechos de los trabajadores.

Pocos como yo, a través de mi blogs "Libertad y Orden", que este diario me concedió además como blogs destacado electoral en las anteriores elecciones generales, habrá defendido y apostado por el Partido Popular y por el proyecto liderado por Mariano Rajoy, pero en este caso me veo moralmente en la necesidad de decir: Señor presidente del Gobierno, creo que esta reforma laboral tal y como se ha planteado, sin obviar las cosas positivas que contiene, ha sido un error. Como tantas veces se ha dicho y hace poco me recordaba un amigo, equivocarse es de humanos, rectificar es de sabios.