Pequeña y de apariencia frágil, pero con un temperamento y un carácter que le abrían las puertas allí donde fuera. Así era la hermana Juana María, una luchadora que no se conformó con la comodidad de una vida dedicada a la enseñanza en el colegio Jesús y María. Quienes hemos tenido el privilegio de ser sus alumnos sabemos que, por encima de pretender que domináramos las técnicas de dibujo, a Juana María le preocupaba que abriéramos los ojos a la realidad de los más desfavorecidos. Su empeño le llevaba a patearse a diario la ciudad, a la que se desplazaba desde Vistahermosa haciendo autoestop, y a pegarse a los políticos para pedir para los pobres. "Aunque me den sólo un balón, bienvenido será", nos decía. Fue una especie de "icono" de la ciudad, aunque ella huía de cualquier protagonismo, por lo que estoy segura de que me reprocharía estas líneas que sólo quieren ser un sencillo homenaje a una persona profundamente buena.