En las cantinas del Lejano Oeste que se preciaban, o al menos las que yo conozco, que mi cultura en este caso no pasa de las películas de los sábados por la tarde en mi infancia y las novelas de Karl May y Zane Grey, siempre había un cartel que advertía: "Por favor, no disparen al pianista". La advertencia no era baladí, que el pobre hombre interpretaba con mayor o menor talento el Oh, Susana, por ejemplo, para amansar a las fieras y no tenía la culpa del mal beber de los parroquianos. Pero claro, nadie se metía con el dueño del Saloon (me encantaba decir salo-on, no salún, pero claro entonces no sabía inglés y ahora tampoco), un tipo mal encarado, con pistola al cinto, chaleco multicolor y escopeta de dos cañones bajo la barra y era más cómodo y menos arriesgado pegarle tiros al piano o pianola Pleyel vertical, y al pobre hombre que aporreaba las teclas.

Siguiendo una esclarecedora frase de David Simon, el periodista creador de The Wire, una serie mítica que da idea de lo que podría ser la televisión si acabaran con el belenestebanismo: "El lector medio que se joda". Uséase, que si me leen considero que son ustedes lo suficientemente inteligentes para apreciar la metáfora del Saloon, quién es el pianista y quién el dueño, que por cierto regenta también el burdel de enfrente, lleva un porcentaje de la mesa de póker, truca la ruleta, se encarga de la falsificación del whisky y compra a los mineros sus pepitas de oro por dos chavos.

Eso es, premio para la señora del fondo. Al pobre pianista, pobre de pedir, le están haciendo culpable del cabreo y anda todo el mundo "revolicao" con el revólver en ristre gastando plomo, pero si se fijan es el único que -mal que bien- trabaja en el Saloon. Si los parroquianos estamos hasta el moño es porque el güisqui es de garrafón, la bolita de la ruleta no hace más que caer en el doble cero (todo para la casa para los que no hayan visto Casino Royale) y el baranda socio del amo tiene todos los ases en la manga. Y de las chicas del burdel qué les voy a contar que no sepan, son clavaditas a los políticos que nos roban el corazón y se quedan con nuestras carteras.

Pues hala, venga a disparar contra los trabajadores como si fueran culpables de la crisis. ¿Se han dado cuenta de que han cambiado los argumentos y ahora los tertulianos habituales del "tdt party" ya no echan la culpa ni a la especulación, ni a los gastos suntuarios de las administraciones, ni a los constructores, ni a los banqueros, ni a los políticos corruptos? Ahora los malos de esta película son los trabajadores, que no tienen más que derechos y vacaciones, y si les echan a la calle quieren cobrar, serán osados, una indemnización como si fueran directivos de la CAM y encima la productividad española es una birria.

Por no hablar ya de los funcionarios, esos seres viles con un empleo realmente fijo, todo el día tocándose las narices o hablando por teléfono. Como injuriar no cuesta, sea verdad o no arremeten contra los profesores con tres meses de vacaciones al año. Pero no se meten con otros funcionarios pagados por el Estado porque contra esos no hay narices. ¿O es que no son tan funcionarios los policías, o los coroneles del Ejército, o los médicos de la Seguridad Social o los jueces del Tribunal Supremo o, si me apuran, los obispos que cobran todos los meses de las arcas públicas, si bien indirectamente a través del Convenio Iglesia (Católica, of course) Estado?

Estoy más que hartito de que los más desprotegidos de la sociedad vayan a pagar el pato y los culpables, bien forrados, se vayan de rositas y encima hagan unas risas y se les llene la boca de frases como la de que "hay que trabajar más para salir de la crisis". ¡Cacho c***É! Y no sigo más que se me va la bola, pero como ustedes son inteligentes no dudo que rellenarán los huecos con nombres, apellidos, calificativos e insultos y estoy seguro que no se dejarán engañar por esa estrategia del calamar.