Ya está aquí la primavera otoñal nada más despedirse el invierno veraniego. La verdad es que los cien días de Mariano se notan. La confusión es mucho menor, dónde va a parar. La capital del Reino de España es Cai y Arenas, al que por esa tierra llaman El nuevo, está a punto de convertirse en el jeque andaluz por antonomasia después de que las urnas se lo hayan negado hasta en tres ocasiones. San Pedro, a su lado, un amateur. Bueno, Simón y el 99 por ciento del partido, incluido Cascos, que el hombre tiene incluso más cintura que Rita. Me ha venido a la mente porque, desde que Camps subió a los cielos -se supone que de algo debió servir el paseo del Papa-, no pasa ni una y porque, de la mano del tricicle Paco Mir, mañana llega al valenciano teatro Flumen "Educando a Rita", un poco tarde quizá. Nunca es tarde si la dicha es buena y de la línea rajoniana yo creo que ya nadie alberga grandes dudas. Resulta diáfano que ha optado por el tradicional a Dios rogando y con el mazo dando. Hay un campo en el que lo ha clavado: el nuevo secretario de Estado para el Deporte se llama Cardenal, vivió hasta hace nada en un centro residencial del Opus y afirma estar inmerso en la cruzada para que el fútbol salde sus cuentas sin que por ello, ojo, la competición expire. Eso sí, como todos los colegas que se precien, introduce la cuestión recordando que sólo lleva un par de meses en el puesto. Aunque su entrada llame la atención y pueda llegar a ser escalofriante, se encogerá de hombros como cualquiera de tantos que realizan alguna sobre el terreno de juego y dirá que no ha sido él, sino el otro. Lo único que le hubiera hecho falta a Zapatero es meterle mano a los clubes para que también estas aficiones se le pusieran flamencas. Llegó a pedir disculpas por algunas de sus hazañas y se lo agradecieron borrándolo del mapa. Los que nos van son los broncas y los que, cuanto más manchados se presenten, mejor. Está claro que somos un país sabio. Sólo nos falta reconocer en qué.