Tras una honda reflexión acerca de la desagradable e injusta realidad que está viviendo el profesorado por culpa de la incompetencia de los políticos que nos gobiernan, responsabilizando a los enseñantes, a modo de chivos expiatorios, de todos los males sociales, decido escribir este artículo para solidarizarme con el dignísimo colectivo docente. Gremio al que muy honradamente he pertenecido, durante mí dilatada y gratificante vida laboral.

Cito aquí el profundo, puntual y acertado análisis que Juan R. Gil, director de este diario INFORMACIÓN, realiza en las páginas 2 y 3 del periódico del domingo 18 de marzo, bajo el título De vagos y maleantes, lectura recomendada porque su autor, nunca mejor dicho, pone el dedo en la llaga, desmontando la tosca estrategia política que pretende criminalizar y estigmatizar socialmente al profesorado, como represalia, ante sus precisas reivindicaciones y justas protestas.

La docencia, una profesión elitista y sacrificada, extremadamente vocacional por trabajar con material humano, base de progreso, evolución y madurez de un país encarnado en las generaciones que van pasando por las aulas de aprendizaje, no puede estar siendo masacrada para lavar o espiar las culpas de quienes pretenden erróneamente dirigirnos, como si se tratase de interponer cortinas de humo para rehuir realidades.

Un profesor es la persona que se dedica a la enseñanza. Sí, pero este concepto engloba intrínsecamente muchas connotaciones que deben considerarse con interés, ya que desdoblan su responsable cometido en multitud de facetas. Desde la Educación Integral del alumno, organizando su instrucción a través de la motivación y el ejemplo, hasta la planificación de las clases, considerando la diversidad de los estudiantes y la eficiente comunicación entre ellos con orden y disciplina. Sin olvidar la colaboración con las familias entrando en cooperación con los padres para animarles a participar en la vida del centro educativo. Estas y otras labores más, como todas las de tipo burocrático y de gestión, convierten al pedagogo en un todoterreno que ve cómo su labor, muy meritoria por cierto, va fragmentándose de manera estresante con mucha carga de responsabilidad y poco reconocimiento social.

¿Dónde queda la figura del abnegado maestro, al que se respetaba y profesaba extraordinario afecto? La crisis de valores que sufrimos ha tenido, tal vez, mucho que ver en la degradación de la legendaria figura del altruista instructor que, siendo el mismo de siempre, ve cómo desde fuera y por intereses espurios van minando su figura para satisfacer o justificar clamorosas y erráticas decisiones políticas.

Y ante tanta confusión intencionada cabe preguntarse:

Señores de Conselleria, ¿por qué pretenden con absurda demagogia confundir a la opinión pública, diciendo que el mes de julio se trabajará si ya se trabajaba?, ¿cómo y cuándo se elaboran sino, las memorias finales del año académico saliente, el trabajo administrativo del curso que termina y el que va a comenzar?, ¿creen que haciendo lectivo un día más de diciembre, previo a las vacaciones de Navidad va a mejorar la calidad de la enseñanzaÉ? Las respuestas, se nos antojan cerca del enojo, totalmente pueriles e hilarantes por desconocimiento de la dinámica de trabajo en centros.

Estas líneas, pretenden secundar a todo el colectivo de enseñantes públicos, por todas las razones que reivindican. No es solo cuestión económica, aunque sinceramente quien debería pagar todo el despilfarro en que nos encontramos, son los propios autores del mismo. Los grandes eventos extemporáneos y las macro edificaciones improcedentes unidas al ladrillo, con los productos tóxicos bancarios, nos han traído a esta situación ruinosa en la Comunidad Valenciana, de difícil salida, por la gran deuda generada. Sin citar otras agrupaciones descontentas también, no es justo ni equitativo que se ensañen, ahora, con el sufrido, competente y entregado colectivo de profesores que carecen de cualquier tipo de culpa ante los múltiples y escandalosos desmanes políticos que actualmente vivimos. Gracias.