Repetir que estamos atravesando una grave crisis económica con terribles resultados sociales, es decir algo que ya todos sabemos y, afirmar que en Alicante las cosas deberían estar mejor de lo que están, es decir algo que todos deberíamos saber.

Nuestra ciudad lleva demasiado tiempo sin un gobierno municipal serio, sin un gobierno que trabaje duro el hoy para asegurar el mañana. Con una buena parte de nuestros responsables políticos y empresariales acomplejados y sumisos ante la Generalitat Valenciana, nos hemos ido acostumbrando a que, por esta tierra, pasen de largo las oportunidades y a no recibir el trato que, como gran ciudad, nos corresponde. Durante años, las voces que nos hemos alzado reclamando ante el Consell las inversiones que merecíamos, hemos sido acusadas, incluso desde el gobierno local, de falsear la realidad, mientras, una y otra vez, el Gobierno Valenciano nos engañaba prometiendo aquello que nunca llegó.

La realidad es tozuda y no sabe de engaños. Cualquiera puede comprobar, de todo aquello que se nos prometió, qué cosas son hoy una realidad o están a punto de serlo y cuales han quedado en el olvido y, sobre todo, que administración ha cumplido sus compromisos ejecutando y financiando cada actuación.

Es en los malos momentos cuando un dirigente político debe de dar la cara, cuando debe defender a aquellos que le eligieron y cuando debe de redoblar sus esfuerzos para responder a la confianza depositada. Lamentablemente, no es esto lo que estamos experimentando en nuestra ciudad. Desperdiciados los buenos tiempos en baldía siembra de flores, en excesos fotográficos, en sospechosos paseos en yate, en investigados amaños urbanísticos, en olvido e imprevisión con nuestro desarrollo industrial y en rancio populismo festero y deportivo, la señora alcaldesa de Alicante, posiblemente más preocupada por sus futuras citas judiciales, ha desaparecido de la actividad política cuando más se la necesita. Porque pasear a diario por nuestra ciudad muestra una realidad muy preocupante, una realidad que necesita de unas instituciones vivas con dirigentes activos que se ganen, hoy más que nunca, el sueldo público que cobran.

Pero la señora Castedo Ramos nos ha abandonado, posiblemente sabedora de que su partido la tiene ya amortizada y que solo falta una más que probable imputación para que, no sin alguna última y noticiable resistencia, tenga que ceder a algún compañero o compañera de grupo municipal su querido sillón de la alcaldía.

El problema es que Alicante no puede esperar a que esta señora y su partido se aclaren sobre cómo quieren o pueden solucionar sus graves problemas con la corrupción y cómo encauzan los entresijos sucesorios. Alicante necesita una voz clara y exigente que no admita excusas desde el gobierno regional y el central y reclame, ahora más que nunca, las inversiones necesarias que nunca llegaron y para las que, a poco que el reparto sea territorialmente justo, existe consignación en los presupuestos de la Generalitat. Por si alguien lo ha olvidado, en medio de la crisis, la inversión en grandes eventos ha aumentado este año en un 24 por ciento pero, huérfanos como estamos de alcaldesa, todo se queda de nuevo en Valencia.

Aseguradas por el anterior gobierno de España las prometidas y necesarias inversiones estratégicas, que nos han dotado de un nuevo aeropuerto, garantizada la llegada del AVE a nuestra ciudad en los plazos comprometidos, finalizada la autovía central de la Comunidad, solucionado nuestro problema con el agua con las nuevas depuradoras, colocado a nuestra ciudad en el mapa de la diplomacia española con el impulso a Casa Mediterráneo y en el mapa deportivo con la financiación de la Volvo Ocean Cup, necesitamos ahora nuevos impulsos desde el Gobierno central que aseguren nuestro desarrollo económico y nuestro futuro.

Y para eso necesitamos una alcaldía fuerte y decidida a pelear por la ciudad. Lo que tenemos ahora no nos vale y exigimos que el Partido Popular tome ya las decisiones necesarias y no haga perder a esta ciudad un tiempo que no tiene.