Usted acusa (J'accuse). Muy bien. Moi aussi (Yo también), señor Mc Evoy. Y empezaré por el final de su brillante tribuna.

Pide usted a sus lectores con altanería, grandes dosis de machismo y una lamentable mezcla de arrogancia y mezquindad, que pongan letra a la música en puntos suspensivos que usted aventura para mi profesión y mis méritos para haber podido ser concejala de Educación -perdone usted que haya puesto Educación con mayúscula, es un gaje del compromiso. Y del corazón-. Pues bien, yo misma le ayudaré a usted y a sus lectores. Después de educarme en un cuartel de la Guardia Civil en Bilbao y alternar mis estudios con la gimnasia consistente en revisar cuatro veces al día los bajos del coche de mi padre, trabajé en una empresa siderúrgica vasca. Pasé de allí a esta entrañable ciudad, que llevo clavada en el alma, y ejercí durante más de doce años de responsable de los padres de alumnos de Elche aprovechando que mis cuatro hijos han cursado los estudios en esta mi ciudad. Claro que para su brillante carrera de inspector (?) el trabajo de los padres de alumnos tiene una consideración muy menor.

Sin duda, mi triste currículum no es suficiente mérito para desempeñar la responsabilidad de concejala de Educación. Sobre todo, si se compara con el rutilante pedigree de su meritoria carrera de inspector -no sé qué carrera habrá que tener para ser inspector, pero le concedo que será la más exigente y brillante-. Sin embargo, déjeme que le diga algo.

Mi modesta y esforzada trayectoria me ha permitido alegrarme de que, por finÉ por fin, algunos niños ya no tiriten en las aulas. Y de que algunos más tengan algún sitio donde comer. Le felicito por ello, si eso es lo que usted espera. Y me alegro tanto que le animo a que se lo diga, también, a los alumnos del Blasco Ibáñez y a los del Eugeni d'Ors, que no tienen dónde comer. Y a los colegios de mi ciudad donde los alumnos no tienen calefacción y siguen tiritando. Cuánto me alegraría de que usted lo solucionara, porque a mí sus actuales jefes en la Generalitat me vetaron y no me lo permitieron hacer.

Y esa modesta trayectoria profesional me hace tener la buena fe de pensar que usted, con toda su carrera a cuestas, tendrá la gallardía de decir a los padres de los alumnos que esperan la construcción de centros educativos públicos en mi ciudad que no se van a hacer. Que la Generalitat se ha gastado su dinero en otras cosas.

Y creer a pies juntillas que usted se las tendrá con su alcaldesa -hazaña única en el Grupo Popular- para que ésta acceda a costear los servicios imprescindibles de la Educación en Elche y para tapar la vergüenza de que la Generalitat se desentienda de ellos.

Y poner la mano en el fuego porque usted estará en el Ayuntamiento para defender los intereses de la comunidad educativa ilicitana ante la Generalitat y no para justificar la absoluta desatención de esta institución hacia nuestra ciudad. Y lo hago porque yo, con mi modesta educación me dejé la piel en ello.

No obstante, señor McEvoy, mi humilde trayectoria sí me permite estar al lado de toda la comunidad educativa ahora que peligran sus recursos más básicos mientras usted se esconde. Y denunciar que usted y su alcaldesa van a entregar el suelo de los ilicitanos al negocio privado de la enseñanza en detrimento de la pública.

Y, desde luego, señor McEvoy, mi formación, le merezca a usted el juicio que le merezca, me hubiese impedido desalojar a la dirección de los padres de alumnos del local en que venían trabajando. Y, desde luego, haber instruido el vergonzante expediente que usted dirigió para laminar la libertad de expresión de un profesional de la enseñanza por el grave pecado de criticar al conseller de educación de su partido, el nefasto e incompetente Font de Mora.

Sí, señor McEvoy. Le confieso que me encantó su "J'accuse". Pero, qué le vamos a hacerÉ moi aussi.