La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, no se va por las ramas cuando acusa de frente y por derecho al PSOE de estar al frente de los agitadores profesionales que protestan contra las reformas del Gobierno de Rajoy. Decir eso al hilo de los incidentes provocados por grupos radicales en Barcelona, en el contexto de las movilizaciones estudiantiles contra los recortes, me parece injusto porque supone sembrar una deliberada confusión respecto a la adhesión del PSOE a las movilizaciones sindicales contra la reforma laboral, que nada tienen que ver con las algaradas del miércoles pasado.

No es la primera vez. Hay antecedentes tan malintencionados o más. Empezando por el ministro de Educación, José Ignacio Wert, que ya había sugerido la participación de los socialistas en protestas "ilegales y violentas". El jueves pasado, sin ir más lejos, también Carlos Floriano, dirigente de la nueva Ejecutiva del PP, denunció la supuesta estrategia del PSOE de "disimular su fracaso electoral" mediante la burda creación de "climas de conflictividad social".

Sin la menor intención de responder a Floriano, que le había pedido una condena expresa de los actos violentos registrados en las manifestaciones de estos días, el secretario general del PSOE, Rubalcaba, se ha referido con naturalidad a los "detestables" incidentes del miércoles en Barcelona, sin dejar de reprochar la mala fe de quienes intentan relacionar a su partido con la violencia, como si fueran consustanciales.

Con la misma naturalidad explica Rubalcaba la lógica de un partido de izquierdas, como el PSOE, que apoya movilizaciones convocadas por los sindicatos. La misma lógica que hay en el hecho de que un partido de derechas, como el PP, apoye las movilizaciones convocadas por la Conferencia Episcopal. Que Aznar, Cospedal, Trillo, Zaplana, Esperanza Aguirre, etc., desfilen en la calle contra el matrimonio entre homosexuales (junio de 2005) o contra el aborto (octubre de 2009) es tan previsible como ver a dirigentes del PSOE marchando contra una reforma laboral del Gobierno del PP que la izquierda considera injusta, ineficaz y lesiva para los trabajadores.

Además, hay intención de capitalizarlo políticamente. Claro. El motivo de la protesta (despido fácil y recorte de derechos, a su parecer) encaja en los presupuestos ideológicos del PSOE, le da ocasión de diferenciarse como alternativa de poder y le reconcilia con los votantes perdidos... También se descuenta la reacción del Gobierno en tanto que es el titular del poder.

El poder siempre reacciona del mismo modo, acusando al adversario de no arrimar el hombro, hacer una oposición destructiva o querer ganar en la calle lo que no pudo ganar en las urnas. Pero el poder siempre olvida que la calle es un ámbito compatible con el ejercicio de la oposición en el Parlamento. Nada tan propio de una democracia como disponer de los derechos de manifestación, expresión, reunión y asociación.