La palabra recorte ha entrado en nuestras vidas para quedarse. Igual que crisis, que aunque nos dijeron que era una simple desaceleración económica se ha convertido en una especie de agujero negro por donde no sale ni un rayo de esperanza. La tijera está arramblando con la Educación, la Sanidad, los salarios, las pymes y en general con todo el tejido social que ha hecho posible el Estado del Bienestar. La culminación ha sido, sin duda, la reforma laboral, que simplemente constata el fracaso colectivo de una sociedad incapaz de reaccionar ante un capitalismo que se ha olvidado de crear riqueza para centrarse en la especulación, un arma que nos ha llevado a capítulos tan deleznables como el de Lehman Brothers. Y ahora, con la que cae, sale el ministro del Interior de Alemania, Hans-Peter Friedrich, sugiriendo que la recuperación griega sería más factible fuera del euro. Tanto nadar para alcanzar la ansiada costa para ahogarse en la orilla, aunque bien es verdad de que los griegos más bien están como el Titanic. Ya sabíamos que lo de Grecia no tenía solución. Incluso conocíamos todos -las autoridades europeas las primeras- que los helenos mintieron para entrar en el euro. Pero las declaraciones del ministro alemán constatan una realidad: quieren hacer una Europa a dos velocidades. La cosa pinta en bastos. Y es que no se ha pagado el segundo rescate cuando ya se habla de un tercero. Si con Grecia, cuya economía no tiene apenas peso en el conjunto la Unión Europea, se ha montado la de Caín, ¿qué pasaría si España o Italia embarrancan? Me da que tanta austeridad y tanto recorte nos conduce a dinamitar la moneda única y con ella el futuro de millones de europeos.