No sé si la causa es la mitad de sangre anglosajona que corre por mis venas, o la experiencia de mis largos años de servicio público en diferentes responsabilidades, pero les puedo asegurar que soy un encendido defensor de la libertad individual como principio fundamental de nuestra democracia.

Por ese motivo, aunque yo he elegido llevar a mi hijo al colegio público que le corresponde por zona y a la línea en valenciano, respeto la libérrima opción de muchos dirigentes nacionales del PSOE, que llevan a sus hijos a los más elitistas colegios privados de España y, por supuesto, la de algunos concejales socialistas de la corporación ilicitana que han escogido llevar a los suyos a centros concertados de nuestra ciudad.

De hecho, creo que sería justo que esa libertad que ellos han ejercido, pudiera hacerse extensiva al resto de los ilicitanos, cosa que no sucede, puesto que la implantación de colegios concertados en Elche es tan escasa que, cada año, cientos de familias que optan por este tipo de enseñanza, no obtienen plaza.

Sirva como referencia el dato de que del conjunto de los alumnos matriculados en enseñanzas obligatorias en centros sostenidos con fondos públicos, el 83% de los alumnos de Primaria de Elche cursan sus estudios en centros públicos, frente a un 17% en concertados; en Secundaria obligatoria la cifra se eleva a un 86,5% de alumnos matriculados en centros públicos y sólo un 13,5% en centros concertados.

Pero no es ésta la única cuestión en la que el PSOE y otros grupos políticos que ya no tienen representación en nuestro Ayuntamiento, como Compromís, hacen gala de la máxima "haz lo que yo diga y no lo que yo haga".

En las últimas semanas desde estos dos grupos políticos se me ha criticado, fundamentalmente, por cuatro motivos: arreglar la caldera de la calefacción del Colegio López Orozco, anunciar que se va a habilitar un espacio para que el Colegio Giner de los Ríos pueda tener comedor el próximo curso, iniciar los trabajos conducentes a la instalación de calefacción en el Colegio El Palmeral y ser inspector de educación.

Si esos son mis crímenes, me declaro culpable, aunque imagino que me permitirán un último alegato en mi defensa, que si bien no tendrá, ni de lejos, la brillantez de Émile Zola en el caso Dreyfus, al que hago referencia en el título de esta tribuna, creo que, al menos, no dejará a nadie indiferente.

Me acuso del primer cargo que se me imputa: sí, yo soy el responsable de que se arreglara esa caldera de calefacción, cosa que venía reclamando el director del centro desde marzo de 2011, cuando aún gobernaban en coalición PSOE y Compromís.

Me acuso también del segundo de los cargos: he dado las instrucciones pertinentes para que el Colegio Giner de los Ríos pueda tener comedor. Se trata de una sencilla actuación -competencia municipal- que también fue reclamada a la coalición PSOE-Compromís, sin resultado alguno.

En cuanto al tercero de los cargos que se me imputan, pido perdón: no soporto que los niños pasen frío, lo siento, máxime cuando hemos encontrado una solución económica y técnicamente viable. Sé que, de este modo, dejo a algunos sin un motivo para enarbolar una pancarta, blandir cucharones y tañer las cacerolas. Espero que la sentencia por esta grave ofensa sea benevolente.

El cuarto crimen que he cometido, debo reconocerlo, es execrable: soy inspector de educación. Reconozco que es una rara profesión para un concejal de Educación, quizás sea más adecuado tener una concejal de Educación como doña Blanca González cuyo oficio esÉ (La verdad es que no lo sé, rellenen ustedes el hueco si logran averiguarlo).

Pero no queda ahí la cosa, en los ocho meses que se acaban de cumplir desde mi toma de posesión como teniente de alcalde de Educación del Ayuntamiento de Elche he perpetrado otras terribles atrocidades, como actualizar el mapa escolar, conseguir la reparación integral del Colegio CandalixÉ

Espero que, en breve, la oposición me abra juicio oral por estas actuaciones. Yo trataré de defenderme cuando lo hagan.