Helicópteros y escopetas de pelotas de goma, carga a porrazo limpio contra el enemigo: jóvenes y estudiantes, muchos de ellos menores de edad. No hablamos de ningún país árabe, ni de Chile ni de Grecia, sino de Valencia; la autonomía más arruinada y más faraónica de estos últimos años. ¿Cómo puede haber dinero para un aeropuerto sin aviones y no para pagar la calefacción de colegios e institutos? Es de locos. La Policía valenciana se ensaña bien en las calles con nuestros adolescentes y alumnos, alguno libro en mano gritando que esas son nuestras armas; mientras que a los docentes valencianos no nos dejan enseñar bien en unas aulas masificadas y en unos centros educativos que apenas tienen más para fotocopias que para libros. Y es que los recortes e impagos en la educación pública han sido progresivos y constates. Pero este último tijeretazo ha hecho daño y no sólo por la nueva bajada de sueldo: falta de profesores y de instalaciones (barracones), falta de medios básicos para estudiar en condiciones (agua, luz, gas). Y me temo que no será el último. Se oye una voz alta y clara que en la calle clama: "SOS Educación". Y lo que le importa a nuestro presidente es la imagen que damos al exterior. No importa que España esté a la cola de educación en Europa; no importa nada que a la cola de la cola esté la Comunidad Valenciana.

Al parecer somos los más asnos de los burros. Pero no todos los jóvenes son zopencos cuando escriben pancartas que ponen: "entre rosas y gaviotas nos toman por idiotas". La crisis económica ha servido de excusa para cometer las mil y una tropelías; también para samba en tierras mediterráneas. Pero tras la fiesta y el derroche de unos pocos tuvimos el resto que pagar el pato de una deuda mítica por la que tendremos de nuevo que ser rescatados: llegaron los recortes y las privatizaciones de lo que es de todos, y de la campaña de acoso y derribo se pasó al ataque directo a la educación y a la sanidad pública para dejarnos tontos o enfermos a los que no tengamos muchos euros. La reforma laboral -sin estos servicios básicos- vuelve al pobre huérfano y retrotrae al trabador a los tiempos de vasallaje a su señor poseedor de tierras o medios de producción. Es de locos: para aumentar el empleo se baja el sueldo y se facilita el despido y, por tanto, el paro. ¿En qué mundo vivimos? Ahora quieren que triunfe la fórmula de jarabe de porra y oferta de empleo irrenunciable en Laponia. ¿Para qué lucharon tanto tiempo nuestros padres y abuelos si ahora nuestros hijos y nietos pierdan todos esos derechos en un par de decretos y tijeretazos? A ellos los cardaron los grises del tío Paco de lo lindo; hoy lo hacen los antidisturbios de la barbaridad valenciana con otro peligroso enemigo: adolescentes y niños.

Pues yo también soy el enemigo. Soy de los que piensan que la represión policial irá en aumento. Y es que como alguien ha dicho ya no habrá paz para los indignados. ¿A qué responde tanta "furia policial"? Matar moscas a cañonazos es de lelos y desproporcionado pero puede llegar a ser un amenazante buen aviso para navegantes: "¡Ojo! 30 horas en el calabozo y multa de 500 euros es posible que te lleves; y un porrazo es probable". Meter miedo en el cuerpo es estrategia añeja y afín a la permanente "infoxicación" de políticos corruptos pero no-culpables y tertulianos de pacotilla criminalizando a los manifestantes. Mientras, pese al frío, sube la temperatura en la calle y empieza el vapor a salir de la ya bien presionada olla valenciana. Me pregunto si arderá Valencia con las Fallas o con la primavera, después o antes. Me pregunto cuándo todo el país acabará explotando, o definitivamente quemándose. Es de locos, pero se lo pregunto a mis alumnos de Sociología en clase. Me miran y se ponen tristes: no saben qué contestarme.