En el restaurante europeo, la presidencia, Merkozy tras el aperitivo de ajustes varios pasa pedido para España. Oído cocina: Los presupuestos generales del Estado, ya, no importa que Andalucía esté al llegar. Después un amplio surtido: recortes y retales de quirófano, muy buenos para la salud; menestra de educación tardía aliñada con becas en descenso; revuelto de arreglos judiciales, excelente para comprender sentencias; salteado de empleos en tempura y fiscalidad al dente transalpino, con guarnición de coles de Bruselas. Para beber, cerveza, nada de vino ni de maridajes. Mientras, Alemania y Francia degluten como tragaldabas cuanto se les antoja, y aunque nos piden austeridad, la factura correrá por nuestra cuenta por gastadores, despilfarradores y corruptos. Rajoy, cabizbajo, se mesa la barba, echa cuentas, tantea los vacíos bolsillos y calla.

El pueblo soberano español comienza a tener hambre y atisba lo que se le viene encima, comprende que nos merecemos tal pitanza de reformas, aunque percibe la palabra como un eufemismo, porque significa recortes, tijeretazos y hachazos; porque el hábito no hace al monje. Por ejemplo, el mal llamado decreto de reforma laboral, pretende, según el Gobierno, favorecer la contratación, pero como en casi todas las empresas se cumplen los tres trimestres de caída en ventas, se podrá reducir a 20 días por año la indemnización por despido, en cuyo caso ¿no favorecerá más los despidos que estimulará el empleo? Lo digo porque el decreto sólo contiene la expresión "reforma laboral" que le da nombre en tres ocasiones, mientras que cita en 159 casos la palabra despido o derivados de ella. Así que la Unión Progresista de Inspectores de Trabajo, compuesta por 800 asociados la ha tildado de injusta, ineficaz e impuesta.

El Gobierno ha aprobado ya la reforma financiera y anuncia dar 52.000 millones más a los bancos -los grandes protagonistas del descalabro, por dadivosos entonces y miserables ahora-. Considera que no hay que recortarles sino agigantarlos favoreciendo sus fusiones, pese a que, como Gargantúa, han engullido todo el dinero que teníamos, sin controlarlos para que lo revertiesen a las empresas, emprendedores y familias, evitando los desahucios. El disparate no escapa al Banco Central Europeo que ha pedido al ministro De Guindos que impida las fusiones de bancos "débiles" porque limitarían los beneficios generales de la reforma.

En cuanto a la reforma judicial será bienvenida si agiliza juicios, si procura sentencias justas y elimina componendas e intromisiones de los políticos en los Tribunales que debieran ser independientes para evitar sentencias infumables. Y llegará la reforma educativa, porque nuestro fracaso escolar es notorio, y alcanzará a las universidades que falta hace. En estos días, el expresidente Camps, sorpresivamente se ha doctorado en Derecho, con una tesis que sostiene la conveniencia de reformar el modelo electoral en beneficio de la democracia. ¡Con lo bien que le han ido las elecciones siempre! Ha manifestado su deseo de poder dar clases. Confiemos en que no imparta lecciones de Economía y Gasto Público.

Y vendrá la reforma sanitaria con más recortes y el previsible copago para los enfermos, a los que no en vano se les llama pacientes. A la vuelta de la esquina está la reforma de las pensiones, y la fiscal, que llegará con subidas de impuestos bajo el brazo. El dúo Merkozy, que nos está dejando en el chasis, y nos culpa por dilapidadores, debiera observar que la situación económica nos lleva de vuelta a la recesión en la UE, lo que confirma que el método de austeridad impuesto no era el adecuado, y los objetivos que se nos exigen una utopía. Rajoy debería exigir enérgicamente que el plazo para reducir el déficit hasta el 3% en dos años se alargue al menos en dos años más, porque la política de austeridad siega como una guadaña los brotes del crecimiento que podrían darse si imperase la razón antes que la mano de hierro.

Encima, las agencias de rating, que primero nos calificaban mal por no recortar, dicen ahora que con tanto ajuste no creceremos ni crearemos empleo. Moody´s ha bajado la calificación de España, la de ocho comunidades autónomas y la de otras 21 instituciones. Es el sino del "círculo vicioso de la tijera" en el que nos hemos metido siguiendo una política contraria al sentido común, e inducida por una austeridad merkeliana cada vez más discutida. Como las circunstancias son distintas, hay que reclamar un cambio de política económica y mayor plazo. El "yo soy yo y mis circunstancias" de Ortega y Gasset, es indiscutible y se recoge hasta en la programación de la fiesta nacional: "Si el tiempo no lo impide y con permiso de la autoridad". Así que Rajoy debe pedir permiso a la autoridad -Bruselas-, porque el poco tiempo que nos han concedido impide la larga travesía del desierto que se nos encomienda.