Y a sé que la semana pasada me prometí a mí misma que no iba a consentir que nadie me hablara de la reforma laboral para evitarme berrinches pero, ¿qué quieren? Es imposible. La primera, mi madre, que anda la pobre mujer en un sinvivir por si a alguno de los suyos nos toca la china. "Pero Isa -me pregunta-, eso de que los empresarios puedan bajar el sueldo cuando quieran no puede ser". Yo, para tranquilizarla, le aseguro que eso es sólo en determinados casos pero como siempre he mentido muy mal, ella insiste: "¿Y os pueden despedir por menos dinero?". No sé qué decirle para que no se inquiete, así que la última vez me la dejé despotricando con que esto no pasaba ni en tiempos de Franco, y eso que mi familia ha sido roja de toda la vida. En el trabajo ¿qué les voy a contar siendo un periódico? Es imposible ignorar el tema. Pero lo peor son los amigos y la familia. Menos uno que tiene una empresa y se niega a abordar este tema para no recibir gorrazos, y otra que está en paro y espera a ver si esto se mueve, no oigo más que lamentos y malos augurios a excepción de una de mis amigas, optimista impenitente, que considera que, como su empresa andaba reguleras, a lo mejor ahora se evita el despido. Dice que antes temía que la cambiaran por alguien más joven que cobre menos, pero como ahora la que puede cobrar menos es ella, ¿para qué la van a cambiar por otro? Inapelable. Otra de mis amigas no hace más que llamarnos a las barricadas, a la huelga general indefinida y a secundar todas las manifestación que se convocan contra los recortes en sanidad, contra los recortes en educación, contra los impagos a las farmacias, contra la reforma laboral... Por dios, ¿será por protestas? Mi primo Mariano es más pesimista, o realista que dice él. Por una parte piensa que las medidas que se toman para paliar la crisis no sirven absolutamente para nada, pero tampoco cree que sirva movilizarse en la calle en contra de estas medidas, con lo que se dedica a la contemplación mientras su mujer le acusa de no tener sangre y de ser incapaz de defender lo suyo así que, por si no tuviéramos bastante, la puñetera reforma nos amargó la comida familiar el domingo pasado. Y luego está uno de mis vecinos que, en cuanto te engancha, te da el mitin en contra de los políticos, del capitalismo, del comunismo, de los mercados, del consumismo, de los sindicatos y de los curas, pero es que era anarquista de joven y, con tanta manifestación, últimamente anda muy crecido. En cuanto a mi opinión, ¿qué quieren que les diga? La reforma no me parece tan grave. Si ni siquiera han incluido el derecho de pernada, ¿de qué nos quejamos?