Desde luego, que si nos dicen hace cinco años la que nos esperaba desde el 2007 en adelante hubiera sido casi mejor meter la cabeza en el agujero como hacen algunas aves y esperar a que escampe, porque menuda situación estamos soportando. De todos modos, nada hubiéramos conseguido bajo la técnica del "escondite", porque ya hemos dicho que esto no se arregla así, sino dando la cara y marcándole los pasos al destino infiel. Porque el destino es a veces cruel, muy cruel, con las personas. Con ese trabajador de Spanair que se ponía a llorar cuando se acercaba una mañana a desempeñar su puesto de trabajo, y, de repente, se encuentra con su empresa cerrada y sin trabajo, con lo que supone ahora quedarse sin él a una edad ya casi avanzada y sin muchos sitios a donde acudir tocando una puerta donde puedas desempeñar un empleo. Y no decimos nada de los más de cinco millones de personas que siguen de alta en las listas del paro, con las prestaciones sociales casi acabadas y con un futuro negro.

De todos modos, lo peor del escenario es cuando oímos frases como: ¡Pues a partir de ahora habrá que apretarse el cinturón!, ya que a más de la mitad de la población ya no le quedan agujeros en este para seguir cerrándolo por las mañanas de lo apretado que vamos, y no sabemos si es mejor que se nos caiga el pantalón al suelo, o pedirle a alguien que nos ponga más agujeros.

Ante esta situación seguro que a muchos se nos habrá ocurrido recurrir a esa sabia regla que hay en baloncesto de que cuando las cosas van mal te acercas a la mesa de anotadores y vas, y poniendo el dedo en la palma de la mano dices: ¡Tiempo muerto!. Una técnica que tiene mucho de psicológica y cuyo objetivo es frenar de una vez por todas las adversidades que te pasan en un partido y aclarar la pérdida de ideas de tu equipo. Y es que si aprendiéramos más de un deporte tan especial como el basket "otro gallo nos cantaría". Un deporte donde te vienes arriba y abajo en cuestión de minutos. Un deporte que te enseña a levantarte después de un bofetón y en el que la exigencia de una permanente actitud de lucha te enseña que como ante el partido,- que en nuestro caso es la vida- desfallezcas un instante, el rival, - que puede ser lo que Ustedes quieran en su vida- te asesta dos latigazos de los que no te levantas durante un buen rato.

Pues en la vida es lo mismo, porque en momentos como este a muchos nos gustaría pedir un tiempo muerto cuando vemos, como vulgarmente se dice, que hasta nos crecen los enanos, con perdón de la manida expresión, ya que, por ejemplo, nosotros en la Audiencia Provincial, con unas condiciones nefastas para trabajar y con un exceso de trabajo nunca visto con juicios y causas complejas todos los días, resulta que se nos pega fuego una planta un Domingo por la noche. Lo que nos faltaba. Con un crecimiento de las causas espectacular, ahora resulta que el fuego te hace desaparecer 500 expedientes que hay que reconstruir casi sin medios. Las caras del personal ese fatídico Lunes por la mañana eran indescriptibles. Lágrimas por los ojos de los funcionarios que veían lo que se había perdido y el trabajo que había que emprender de nuevo, más el que entra cada día. De locos. Sin embargo, como antes he comentado, la actitud del personal ha sido impresionante, porque lejos de venirse abajo se compraron mascarillas y batas de plástico y se pusieron ellos mismos con el escaso, pero brillante, personal de mantenimiento y limpieza, a arreglar el desaguisado. Por ello, quienes hemos pasado todas las mañanas por "el lugar del crimen" nos damos cuenta de lo injustamente que se critica a veces al funcionario. Porque lejos de tener unas obligaciones asumidas como las que han tenido que afrontar estos días estos trabajadores se han arremangado las camisas y con el hollín y el pestazo a quemado se han puesto manos a la obra.

Cierto es que en situaciones como esta te dan ganas de ponerte a llorar y no parar, pero lejos de un primer impulso humano que te entra por el cuerpo ante la desgracia, la siguiente reacción es la de pensar que "hay que salir de esta como sea". Porque te darían ganas de meter la cabeza en el agujero como las avestruces y dejar que escampe, pero nadie lo va a arreglar por ti. Que podríamos pedir un tiempo muerto para ver si se frena, aunque sea por un minuto, esta tragedia que nos asola y nos inunda, pues también. Pero lo que está claro es que después del tiempo muerto hay que salir a la pista como lo hacen los jugadores del Lucentum de Alicante este año. Es decir, a jugarnos el partido de la vida como si nos fuera en ello más que la propia. Como si no hubiera nada más detrás de un partido. Como si fuera el último. Porque, queridos amigos, como no lo hagamos así, puede que de verdad este seaÉel último partido.